NO A LA GUERRA! NO MAS SANGRE POR PETROLEO!
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miércoles, 22 de agosto de 2012
lunes, 6 de agosto de 2012
Medios chinos: EE.UU. debe "cerrar la boca"
Washington acusa a Pekín de militarizar el Mar de China
Meridional
Estados Unidos debe “cerrar la boca” y se “merece las
maldiciones que ha provocado”, son algunos de los comentarios que aparecen en
varios medios de comunicación chinos ante la disputa territorial en el Mar de
China Meridional. Los dimes y diretes comenzaron dos días después de que Pekín
expresara a un diplomático estadounidense su descontento ante las acusaciones
de EE.UU. de que China trata presuntamente de militarizar la zona. “La
declaración estadounidense confunde lo correcto con lo incorrecto, desvía
gravemente la opinión pública, envía una señal incorrecta y debe ser refutada
rotundamente”, publica People´s Daily, un periódico oficial del Partido
Comunista chino. “Gritamos en respuesta a EE.UU.: ¡cierra la boca!”,
asevera la publicación, mientras en su editorial China Daily acusó a EE.UU. de
instigar el conflicto. “Si la Casa Blanca está interesada en reinstaurar la paz
en el Mar de China Meridional, debe inducir a los verdaderos alborotadores a
que se porten bien. Lo cierto es que (EE.UU) ha instigado a otros países
involucrados en las disputas e incluso los ha armado, al mismo tiempo que
responsabiliza a China por sus acciones defensivas”, consigna China Daily.
El pasado viernes, el Departamento de Estado de EE.UU. dijo que el
despliegue de una guarnición militar en el área en disputa va "contra los
esfuerzos diplomáticos para resolver las diferencias y corre el riesgo de
escalar las tensiones en la región". El 21 de julio, el gobierno chino
desplegó una guarnición militar en la recién fundada ciudad de Sansha, en las
islas Paracel, uno de los archipiélagos del disputado mar, para proteger
sus intereses después de recibir las quejas de los pescadores de ser acosados
por barcos extranjeros. La soberanía de estas aguas ha estado en disputa desde
hace décadas, parcial o totalmente, tanto por China como Vietnam, Filipinas,
Taiwán, Malasia y Brunei. En ellas se cree que se halla uno de los mayores
yacimientos aún no explorados de petróleo del planeta y de hecho la empresa
estatal china CNOOC ya ha comenzado a ejecutar este año labores de prospección
en la zona.
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miércoles, 18 de julio de 2012
Los detalles del plan estadounidense contra Siria
Durante la 3ª Conferencia ministerial de los Amigos de
Siria, el presidente francés Francois Hollande se desplaza para saludar a la
secretaria de Estado Hillary Clinton, que se limita a extender una mano
displicente. Sólo el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Guido
Westerwelle, se pone de pie ante el presidente de Francia.
10/07/2012
Por Ghaleb Kandil
Comienzan a definirse los contornos de la escalada
guerrerista de Estados Unidos contra el Estado sirio. Es evidente que la
estrategia de guerra indirecta ideada por el director de la CIA, el general
David Petraeus, quien supervisa la movilización de los recursos materiales,
financieros, militares y de los medios de inteligencia necesarios en el marco
del conflicto, se basa en una guerra de desgaste a largo plazo, guerra
desarrollada a través de las bandas armadas.
Los centros estadounidenses de investigaciones y análisis
hicieron una evaluación global de la situación de los grupos de oposición, muy
divididos entre sí, y llegaron a la conclusión de que en realidad se trata de
una mescolanza de exilados y de grupos políticos en eterno conflicto entre sí y
sin verdadero peso dentro de la sociedad siria. Y, entre toda esa mescolanza,
los occidentales y Turquía apuestan por la Hermandad Musulmana.
Los expertos estadounidenses reconocen que ese mosaico de
fuerzas políticas ha sabido resistir a… todos los esfuerzos de Estados Unidos y
de sus aliados por unificarlos, a través de innumerables reuniones en Turquía,
Francia y Egipto, sin entrar a mencionar las decenas de encuentros secretos
auspiciados por la CIA. La más reciente reunión en El Cairo no ha hecho más que
confirmar lo lejos de la unificación que están esos grupos. Y también mostró
que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, así como Turquía y Qatar, apoyan
a la Hermandad Musulmana, mientras que Arabia Saudita apoya, financia, arropa y
orienta a los grupos salafistas y takfiristas, y a varias “personalidades” de
la oposición que ya venía manteniendo desde hace años, con Abdel Halim Khaddam
y Rifaat al-Assad a la cabeza.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos realizaron
además un censo de las bandas y grupos armados activos en Siria, a través del
Institute for the Study of War, que trabaja para la CIA y el Estado Mayor
Conjunto. Las conclusiones del estudio, publicadas en el sitio web de ese
tanque pensante, muestran claramente que Estados Unidos apuesta por desarrollar
las estructuras de esas bandas y muestran también que EEUU está actuando para
garantizar a estas el flujo constante de dinero y armas. Se ha establecido una
relación directa con los jefes de esos grupos mediante la creación de un puesto
de mando de operaciones y planificación, que se halla bajo la dirección de
oficiales de la CIA y de otras agencias de inteligencia de Estados Unidos o de
países de la OTAN. Ese puesto de mando está en Turquía. Desde allí van a
intensificarse, en los próximos meses, las agresiones contra el Estado nacional
sirio, para debilitarlo lo más posible. Entre las prioridades se halla el uso
de la escena libanesa en contra de Siria. El senador John McCain incluso lo ha
dicho claramente, llamando a la creación de una zona tapón para el Ejército
Sirio Libre, después de un encuentro con el jefe de las Fuerzas Libanesas. Y
las milicias de la Corriente del Futuro y de los grupos salafistas libaneses no
han esperado mucho para dar muestras de obediencia, desde el jueves 5 de julio,
sustrayendo la región de Akkar a la autoridad del Estado. Individuos
enmascarados y armados hasta los dientes establecen barreras en las carreteras,
aíslan poblados y registran a los habitantes y a los pasajeros de los vehículos
que pasan, sin que nadie les pida cuentas por lo que hacen.
Las más recientes declaraciones del presidente Bachar
al-Assad, quien el pasado domingo denunció que Washington apoya las bandas
armadas para desestabilizar Siria, confirman los informes anteriormente
mencionados. En entrevista concedida a la televisión pública alemanaARD, el
presidente al-Assad agregó «Estados Unidos es un participante en el conflicto.
Está proporcionando protección y apoyo político a esas bandas para
desestabilizar Siria».
En el terreno, Siria ha respondido a las amenazas de la
secretaria de Estado Hillary Clinton. Esta última afirmó que «la oposición es
lo bastante fuerte como para lanzar una ofensiva contra el Estado». Y Siria ha
respondido con la organización de importantes maniobras militares. El pasado
fin de semana, la marina siria comenzó ejercicios de tiro real, con lanzamiento
de misiles tierra-mar para «simular un escenario de defensa contra un ataque
sorpresivo desde el mar», según indicó el domingo la agencia siria Sana. «La
marina efectuó el ejercicio con éxito, rechazando un hipotético ataque y
destruyendo con gran precisión los blancos establecidos», reportó esa agencia
de prensa.
El ministro de Defensa, general Daud Rajha, presenció el
ejercicio y se congratuló por «el excepcional desempeño de las fuerzas navales
que han demostrado su alto nivel de entrenamiento para el combate y su
capacidad en la defensa de las costas sirias contra toda posible agresión».
Según la agencia Sana, estos ejercicios son parte de un plan
de entrenamiento combativo establecido por el Alto Mando del ejército, plan que
prevé la realización de ese tipo de ejercicios con una frecuencia anual.
Ese plan incluye «maniobras militares con la intervención de
las fuerzas terrestres, navales y aéreas para evaluar la preparación combativa
del Ejército Sirio Árabe y conocer su capacidad en el cumplimiento de su deber
en condiciones comparables» a las del combate real.
En el plano político, el viceministro iraní de Relaciones
Exteriores calificó el domingo de «farsa» la idea de obtener por la fuerza la
renuncia del presidente Bachar al-Assad o de obligarlo a partir y lanzó una
advertencia en contra de la posibilidad de un ataque, que señaló como «estúpida
y catastrófica», contra Siria. «Irán aprueba los planes de reforma del señor
al-Assad y las negociaciones tendientes a forzarlo al exilio son una farsa»,
declaró Hossein Amir Abdollahian en Amman, donde invitó al rey Abdallah II de
Jordania a la próxima Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, a
celebrarse en Irán.
«Una intervención militar en Siria no es probable y, si
llegara a ocurrir, sería estúpida. Siria puede defenderse sola, sin ayuda de
Irán. Cualquier solución no política sería catastrófica para toda la región»,
afirmó.
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viernes, 13 de julio de 2012
"Prepárense para la guerra y el fin del mundo”, advierte el líder espiritual iraní
Las autoridades iraníes difunden entre los
militares un folleto denominado 'Los últimos seis meses'
En un mensaje a los iraníes, el líder religioso
exhortó a los fieles a que esperasen la llegada de Mahdi, el duodécimo imán,
que anunciará el fin del mundo, señala el portal Interfax Religión. Según la
creencia chií, el Mahdi llegará el día del Juicio Final para salvar el mundo y
establecer el orden islámico en la Tierra. El líder religioso destacó que ahora
el deber de los iraníes es “prepararse para la venida del gran líder y estar
listos para la guerra”. “Bajo la dirección de Dios y con su apoyo invisible
haremos que la civilización islámica triunfe en el ámbito internacional. Es
nuestro destino”, indicó el ayatolá. Recientemente las autoridades iraníes han
comenzado a difundir entre los militares del país un folleto denominado 'Los
últimos seis meses', que les incita a prepararse a la llegada de un imán y
enfrentarse a Occidente, que aumenta su fuerza nuclear, informan los medios
locales. Fuente: Actualidad RT
miércoles, 11 de julio de 2012
Una acción militar contra Siria o Irán podría desatar una guerra con Rusia y China
Una acción militar de EE.UU. o de sus aliados contra Siria o Irán podría desencadenar una respuesta bélica de Rusia y China, provocando la mayor conflagración mundial desde la Segunda Guerra Mundial. Además, el conflicto sirio podría causar la destrucción del dólar. Estas son las predicciones de Dominique de Kevelioc de Bailleul, analista político de la empresa investigadora estadounidense Beacon Equity Research. “Comentarios como en los tiempos de la Guerra Fría emitidos en la conferencia de ‘Amigos de Siria’ en París por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hacia Rusia y China, sugieren claramente que una confrontación entre antiguos rivales de la Guerra Fría, y ahora también China, está abierta”, afirma el analista. “El precio: petróleo y, por sus implicaciones, el futuro del estándar del petrodólar estadounidense y la forma de vida norteamericana”, prosigue De Bailleul. Un escenario que se repite La reunión del viernes pasado —en el marco de la cual Clinton amenazó a China y Rusia por no apoyar una acción militar contra Siria y su presidente, Bashar al Assad— fue aprovechada por la oposición siria para solicitar una zona de exclusión aérea en el país, algo a lo que Rusia se opone. En 2011, una medida similar en Libia fue usada para llevar a cabo un ataque con misiles y desatar una verdadera guerra. El periodista del noticiero web ‘Prison Planet’ Paul Joseph Watson reveló en noviembre pasado que “los mismos terroristas de Al Qaeda que combatieron contra tropas estadounidenses en Irak y ayudaron a la OTAN a derrocar a Muammar Gaddafi están siendo trasladados a Siria para asistir a los rebeldes en el derrocamiento de al-Assad”. El ‘Milliyet’, un influyente periódico turco, informó el mismo noviembre de que Francia había enviado instructores militares a Turquía y el Líbano con el objetivo de ayudar al llamado ‘Ejército Libre de Siria’, apoyado por la inteligencia británica a través de los Hermanos Musulmanes y el Consejo Nacional de Transición de Libia, ‘inundado’ de miembros de Al Qaeda. No obstante, se precisó que para que el ataque coordinado funcione, tienen que persuadir a dos poderes reacios, Rusia y China, para que abandonen su firme oposición al respecto. Petróleo que lo decide todo Kevelioc de Bailleul afirma que “Siria e Irán han sido objeto del interés de EE.UU. durante mucho tiempo, ya que Washington, bajo la administración de George W. Bush, sabía que llegaría un día en que EE.UU. y China se golpearían las cabezas por los preciados suministros de crudo en Oriente Próximo”. El analista concluye que pese al riesgo de descabezar finalmente la hegemonía del dólar estadounidense y destruir el dominio del petrodólar, Obama y Clinton están más que decididos a impulsar una jugada final con Siria (que cuenta con 325 000 tropas militares activas) e Irán (que cuenta con el noveno mayor Ejército del mundo, de 523 000 tropas activas).
Fuente: Actualidad RT
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sábado, 30 de junio de 2012
El mal de las guerras humanitarias
Iraq, Libia, Siria: no tenemos derecho a creernos Dios
Por Jonathan Cook
Information Clearing House
En una película tradicional de vaqueros, sabemos qué hacer:
buscamos al sujeto que lleva el sombrero blanco para saber a quién aplaudir, y
al que lleva el sombrero negro para saber quién merece morir, de preferencia
horriblemente, antes de que empiecen a mostrar los créditos. Si Hollywood
aprendió temprano a abusar de esas emociones tribales, ¿dudamos de que los
autores de los guiones políticos en Washington sean menos sofisticados?
Desde el 11-S, EE.UU. y sus aliados de Europa nos han
persuadido de que libran una serie de guerras “de sombrero blanco” contra
regímenes de “sombrero negro” en Medio Oriente. Cada una nos ha sido presentada
engañosamente como una “intervención humanitaria”. El ciclo de ese tipo de
guerras todavía está lejos de llegar a su fin.
Pero durante el curso de la última década, la presentación
de esas guerras tuvo que cambiar. Como lo comprende bien Hollywood, los
espectadores se cansan rápidamente del mismo argumento fingido.
Dejando a un lado las declaraciones del primer ministro
israelí Binyamin Netanyahu, hay un límite para las veces en las que se nos
pueda convencer de que hay un nuevo Hitler en Medio Oriente y de que se acerca
rápidamente el momento en el cual ese maligno cerebro logre desarrollar un arma
apocalíptica para eliminar a Israel, EE.UU. o tal vez el planeta.
En el Hollywood de los años cincuenta, la solución para el
aburrimiento del público era simple: A la hora señalada [Solo ante el
peligro en España] puso un sombrero negro al noble sheriff, Gary Cooper y
uno blanco al malvado pistolero. Ofreció un barniz de complejidad, pero en
realidad la misma fórmula del bueno y el malo siguió las líneas familiares.
Si Washington necesitó una nueva trama después de las
invasiones de Iraq y Afganistán, no tuvo que trabajar demasiado para encontrar
una. Le ayudaron los rápidos cambios que estaban ocurriendo en el entorno
político de Medio Oriente: la denominada Primavera Árabe. Washington no
puede haber pasado por alto las vicisitudes emocionalmente gratas presentadas
por el despertar de fuerzas populares contra la mano amortiguadora de regímenes
autocráticos, muchos de ellos instalados hace décadas por Occidente.
La realidad, claro está, es que EE.UU. y sus aliados tienen
los mismos planes que antes de la Primavera Árabe: es decir, que tratan de
preservar sus intereses geopolíticos. Al respecto, tratan de contener y
revertir peligrosas manifestaciones del despertar, especialmente en Egipto, el
más populoso e influyente de los Estados árabes, y en el Golfo, nuestro
oleoducto de las reservas más abundantes de petróleo del mundo.
Pero para Washington, la Primavera Árabe planteó
oportunidades así como amenazas, y estas últimas están siendo explotadas en
gran medida.
Afganistán e Iraq siguieron un modelo de “intervención” que
ahora ha sido ampliamente desacreditado y que probablemente ya no es viable
para Occidente enfrentado a la decadencia económica. Ya no es fácil convencer a
los públicos occidentales de que nuestros ejércitos deberían invadir, ocupar y
“asegurar” por sí solos Estados de Medio Oriente, especialmente en vista de lo
mal agradecidos que han resultado ser los objetos de nuestra generosidad.
Las guerras humanitarias podrían haber caído en saco roto si
la Primavera Árabe no hubiera abierto nuevas posibilidades de “intervención”.
El despertar árabe creó una nueva dinámica en Medio Oriente
que se opuso a la dominación de las elites militares y políticas tradicionales:
fuerzas democráticas e islamistas fueron alentadas por una nueva confianza;
elites empresariales vieron oportunidades económicas interiores mediante la
colaboración con Occidente; y grupos étnicos, religiosos y tribales oprimidos
vieron una posibilidad de saldar viejas cuentas.
No es sorprendente que Washington haya mostrado más interés
en cultivar a los últimos dos grupos que al primero.
En Libia, EE.UU. y sus aliados de la OTAN se sacaron el
sombrero blanco y se lo entregaron a los denominados rebeldes, incluyendo sobre
todo a tribus caídas en desgracia con Gadafi. Occidente asumió un papel
visible, especialmente en sus bombardeos, pero se aseguró de que los
protagonistas locales fueran presentados como los conductores. Occidente se
mostró muy satisfecho con un rol menor: apoyar a los ‘buenos’.
Después de que el paria libio, Muamar Gadafi, fue asesinado
por los rebeldes el año pasado, presentaron los créditos. La película había
terminado para los públicos occidentales. Pero para los libios comenzó una
nueva cinta, en un lenguaje extraño para nosotros y sin subtítulos. La limitada
información que se ha filtrado desde entonces sugiere que Libia está sumida en
la ilegalidad, nada mejor que los páramos políticos que hemos creado en Iraq y
Afganistán. Cientos de milicias regionales dominan el país, extorsionando,
torturando y asesinando a los que se les oponen.
Pocos pueden dudar de que el próximo en la lista de
Occidente sea Siria. Y esta vez, los guionistas de Washington parecen creer que
la tarea de convertir un Estado en funcionamiento, aunque altamente represivo,
en un caso perdido, puede ser lograda sin que la mano de Occidente sea visible
en absoluto. Esta vez el sombrero blanco ha sido asignado a nuestros aliados,
Arabia Saudí y los Estados del Golfo, quienes, según los últimos informes, están
avivando una incipiente guerra civil no solo al armar a algunos de los rebeldes
sino también al prepararse a pagarles salarios, en petrodólares.
La importancia para los gobiernos occidentales de
desarrollar narrativas más “complejas” de la intervención ha sido impulsada por
la necesidad de debilitar la oposición interior a las continuas guerras en
Medio Oriente. La impresión de que estas guerras están siendo inspiradas y
dirigidas exclusivamente desde el “interior”, aunque sea por una oposición
heterogénea cuya composición sigue siendo tenebrosa para los extraños, agrega
un grado de legitimidad adicional; y adicionalmente, sugiere a los públicos
occidentales que el coste en dinero y víctimas no será soportado por nosotros.
En tanto que hubo un amplio consenso a favor del ataque a
Afganistán, la opinión occidental se dividió, especialmente en Europa, sobre el
problema de invadir Iraq de la misma manera. En el mundo posterior al 11-S, el
malvado de Afganistán, Osama bin Laden, parecía una amenaza más verosímil para
los intereses occidentales que Sadam Hussein. Los críticos de la Operación
Conmoción y Pavor han demostrado estruendosamente que tenían razón.
Los despertares árabes, sin embargo, suministraron una trama
diferente para una subsiguiente intervención occidental, del tipo que
Washington había tratado débilmente de utilizar también en Iraq, después de que
no pudo encontrar las armas de destrucción masiva de Sadam. Ya no se trataba de
encontrar a una persona o un arma apocalíptica, sino de una misión civilizadora
para llevar la democracia a los pueblos oprimidos.
En la era antes de la Primavera Árabe, existía el peligro de
que esto se interpretara como otro ardid para promover intereses occidentales.
Pero después pareció mucho más plausible. Importaba poco si los protagonistas
locales eran elementos democráticos que buscaban una nueva política o
grupos étnicos en querellas que buscaban el control de la antigua política para
sus propios objetivos de venganza. El objetico de Occidente era apropiarse de ellos,
quisieran o no, para la nueva narrativa.
Esta acción erosionó efectivamente la oposición popular a la
próxima guerra humanitaria, en Libia, y parece que ya está logrando el mismo
fin en Siria.
Por cierto, ha debilitado fatalmente el disenso efectivo de
la izquierda, que ha reñido y se ha dividido respecto en cada una de estas
guerras humanitarias. Una serie de importantes intelectuales de izquierdas se
alineó con el proyecto de derrocar a Gadafi, y más de ellos ya aplauden la
misma suerte frente a Basher el-Asad de Siria. Ahora queda solo un resto de
opinión crítica de izquierdas que se mantiene firme en su oposición a otro
intento de Occidente de crear una implosión de un Estado árabe.
Si se tratara simplemente de una película de vaqueros, nada
de esto tendría más que un interés incidental. Gadafi fue y paria y Asad es
otro. Pero la política internacional es mucho más compleja que un guión de
Hollywood, lo que debería ser obvio si nos detenemos un momento a reflexionar
sobre el tipo de sheriffs que hemos elegido y reelegido en Occidente. George
Bush, Tony Blair y Barack Obama tienen probablemente más sangre en sus manos
que cualquier autócrata árabe.
Muchos en la izquierda tienen dificultades para analizar el
nuevo Medio Oriente con algo que se aproxime a la sofisticación de los
planificadores militares de Washington. Esta falla deriva en gran parte de su
disposición a permitir que los mercaderes de la guerra confundan los temas
significativos –sobre los regímenes, los grupos opositores y la cobertura
mediática– relacionados con cada “intervención humanitaria”.
Sí, los regímenes seleccionados para ser destruidos son
uniformemente brutales y desagradables para su propio pueblo. Sí, la naturaleza
de su régimen debe ser denunciada. Sí, al mundo le iría mejor sin ellos. Pero
eso no justifica que Occidente libre guerras contra ellos, por lo menos no
mientras el mundo siga configurado del modo actual entre naciones Estado en
competencia y egoístas.
Casi todos los Estados de Medio Oriente tienen espantosos
antecedentes de derechos humanos, algunos de ellos con características aún
menos compensatorias que la Libia de Gadafi o la Siria de Asad. Pero esos
Estados, como Arabia Saudí, son cercanos aliados de Occidente. Solo los
incurablemente ingenuos o deshonestos arguyen que los Estados a los que ha
apuntado Occidente han sido escogidos en beneficio de sus sufridos ciudadanos.
Más bien, han sido elegidos porque son vistos como implacablemente opuestos a
los intereses estadounidenses e israelíes en la región.
Incluso en el caso de Libia, donde la amenaza de Gadafi a
Occidente estaba lejos de estar clara para muchos observadores, los intereses
geopolíticos occidentales fueron, en los hechos, el factor dominante. Dan
Glazebrook, periodista especializado en política exterior occidental, ha
señalado que poco antes de que Occidente volviera su mirada hacia Libia, Gadafi
había comenzado a solidificar la oposición africana a Africom, el comando para
África establecido por los militares de EE.UU. en 2008.
El papel de Africom es organizar y dirigir tropas africanas
de combate con el fin de asegurar, en boca de un vicealmirante estadounidense:
“el libre flujo de recursos naturales de África al mercado mundial”. Al
derrocar a Gadafi, Africom eliminó al principal desafío a su plan y puso en
efecto su declaración de intenciones: ni un solo soldado estadounidense o
europeo murió en la operación de derribo de Gadafi.
La tarea de destacar la hipocresía en el centro de la agenda
intervencionista no debería descartarse como una simple recriminación mutua
basada en hechos del pasado. La mendacidad occidental debilita fatalmente la
justificación de una intervención, despojándola de toda apariencia de
legitimidad. También asegura que los que son nuestros aliados en esas aventuras
militares, com Arabia Saudí, son los que terminarán por conformar los regímenes
que emerjan de los escombros.
Y también es un hecho que los pueblos del mundo árabe tienen
derecho a vivir en libertad y con dignidad. Tienen derecho a levantarse contra
sus dictadores. Tienen derecho a nuestro apoyo moral, a nuestros consejos y a
nuestros mejores esfuerzos para utilizar la diplomacia a favor de su causa.
Pero no tienen derecho a esperar que vayamos a la guerra por su cuenta, que los
armemos o que derribemos a los gobiernos por su cuenta.
Este principio debe mantenerse porque, tal como está
configurado actualmente el mundo, la intervención humanitaria no garantiza un
nuevo orden mundial sino más bien la ley de la selva. Incluso si se pudiera
confiar en Occidente para librar guerras justas, en lugar de las realizadas
para promover los intereses de sus elites, ¿cómo podríamos llegar a adivinar
qué acción es necesaria para lograr un resultado justo, tanto más en las
sociedades aún profundamente divididas de Medio Oriente?
¿Está más seguro el libio promedio porque pulverizamos su
país con bombas, porque aplastamos sus instituciones, buenas y malas por igual,
porque lo dejamos política y socialmente a la deriva y porque entregamos armas
y poder a grupos tribales para que pudieran vengarse de sus predecesores? Es
dudoso. Pero incluso si la respuesta no es clara, ante la ausencia de certeza
debemos seguir la máxima médica: “Primero, no hagas daño”.
Es el colmo de la arrogancia –no, más bien un complejo de
Dios– estar tan seguros como algunos de nuestros políticos y expertos de que
merecemos la gratitud de los iraquíes por derrocar a Sadam Hussein al precio
probable de más de un millón de vidas iraquíes y de millones de personas más
que fueron obligadas al exilio.
Es imposible imponer a las sociedades la democracia desde
afuera, como si fuera un ítem que pueda pedirse del menú de un almuerzo. Las
democracias occidentales, por imperfectas que sean, se lograron a gran precio
por las luchas centenarias de sus pueblos, incluyendo terribles guerras. Cada
Estado desarrolló sus propios sistemas de limitaciones y chequeos para encarar
las singulares condiciones políticas, sociales y económicas prevalecientes en
su caso. Esas libertades, duramente conseguidas, están constantemente amenazadas,
entre otros por las mismas elites políticas y económicas que hacen campaña con
tanta virulencia para llevar a cabo intervenciones humanitarias en el
extranjero.
La realidad es que las libertades no son otorgadas por
benefactores exteriores; los pueblos tienen que luchar y conquistarlas. Ninguna
sociedad moderna logró la democracia si no fue mediante una lucha gradual y
dolorosa, en la que se aprendieron lecciones, a menudo mediante errores, en la
que reveses y contratiempos fueron numerosos y en la cual éxitos duraderos se
lograron mediante la comprensión de todas las partes de que la legitimidad no
se puede conseguir mediante la violencia. Si debemos alguna cosa a otras
sociedades que luchan por la libertad, es nuestra solidaridad, no el acceso a
los arsenales de nuestros gobiernos.
De hecho, el deber de Occidente no es intervenir más sino
intervenir mucho menos. Ya armamos masivamente tiranías como las del Golfo para
que puedan proteger el petróleo que consideramos nuestro patrimonio; ofrecemos
cobertura militar, financiera y diplomática a la continua opresión de millones
de palestinos por parte de Israel, una causa importante de inestabilidad
política en Medio Oriente; y apoyamos silenciosamente a los militares egipcios,
que tratan actualmente de revertir las conquistas revolucionarias del año
pasado.
El apoyo popular a las guerras humanitarias no podría
mantenerse sin la difusión de propaganda enmascarada como noticias por nuestros
medios corporativos. Durante la última década han mercadeado fielmente las
agendas para Medio Oriente de nuestros gobiernos belicistas. Cuando se pone al
descubierto el pretexto extravagante de cada guerra, los generales en sus
poltronas nos aseguran que han aprendido las lecciones para la próxima vez.
Pero cuando revisan el guión –y el sombrero blanco se ha entregado a otro
representante de la ley– los mismos eruditos desacreditados de los medios
vuelven a justificar la guerra desde la seguridad de sus estudios.
Es otro motivo para avanzar con cuidado. En el caso de
Siria, la fuente de la certeza expresada por nuestras salas de redacción no es
a menudo otra cosa que un ente unipersonal en la ciudad británica de Coventry,
conocido como Observatorio Sirio por los Derechos Humanos. Si Rami Abdulrahman
no existiera, nuestros gobiernos intervencionistas y sus cortesanos de los
medios habrían tenido que inventarlo. El Observatorio produce las noticias
necesarias contra el régimen para justificar otra guerra.
Eso no quiere decir que afirmemos que el régimen de Asad no
ha cometido crímenes de guerra. Más bien es que, incluso si las “intervenciones
humanitarias” fueran una empresa legítima, no tenemos información
permanentemente fiable para evaluar cómo podemos intervenir mejor, sobre la
base de “noticias” colocadas en nuestros medios por grupos parciales del
conflicto. Todo lo que está claro es que una vez más nos están manipulando con
un fin conocido.
Son motivos suficientes para oponerse a otra guerra
humanitaria. Pero hay otro motivo por el cual es extremadamente temerario que
las personas de la izquierda acompañen los actuales planes de Occidente en
Siria, incluso si creen genuinamente que los beneficiarios serán los sirios
comunes y corrientes.
Si Occidente tiene éxito en su intervención a cámara lenta,
mediante testaferros, en Siria e incapacita a otro Estado árabe por haberse
negado a acatar sus órdenes, se habrá preparado la escena para la próxima
guerra contra el próximo objetivo: Irán.
Este no es un argumento que excuse la continuación del
régimen de Asad. Esa decisión la deben tomar los sirios.
Pero es una advertencia para los que justifican la
interminable interferencia en Medio Oriente al servicio de los planes
occidentales. Es una advertencia contra guerras cuyo poder destructivo se
dirige sobre todo contra civiles. Es una advertencia de que ninguna de estas
guerras humanitarias constituye una solución a un problema; solo son un
preludio para más guerras. Y es un recuerdo de que no tenemos derecho a
actuar como si fuésemos Dios.
Jonathan Cook es escritor y periodista residente en Nazaret,
Israel. Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus
últimos libros son: Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and
the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing
Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books)
Traducido del inglés para Rebelión.org por Germán Leyens
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lunes, 25 de junio de 2012
Disparos rusos de advertencia
CONFLICTO SIRIO PUEDE DEGENERAR EN GUERRA MUNDIAL
por Thierry Meyssan
La crisis siria está cambiando de naturaleza. El proceso de
desestabilización que debía abrir el camino a una intervención militar legal de
la alianza atlántica ha fracasado. Así que Estados Unidos se quita la máscara
ya habla públicamente de la posibilidad de atacar Siria sin el aval del Consejo
de Seguridad de la ONU, como ya se hizo anteriormente en Kosovo. Al hacerlo,
Washington finge sin embargo no haberse dado cuenta de que la Rusia de Vladimir
Putin no es la Rusia de Boris Yeltsin. Después de asegurarse de que puede
contar con el respaldo de China, Moscú acaba de hacer dos disparos de
advertencia dirigidos a Washington. Las continuas violaciones del derecho
internacional por parte de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)
pueden desembocar ahora en un conflicto mundial.
El presidente Vladimir Putin emprende su tercer mandato bajo
el signo de la reafirmación de la soberanía de su país ante las amenazas
contra Rusia provenientes de Estados Unidos y de la OTAN. Moscú ha denunciado
reiteradamente el proceso de ampliación de la OTAN, la instalación de bases
militares a las puertas de sus fronteras así como el despliegue del escudo
antimisiles, la destrucción de la Libia y los actos de desestabilización contra
Siria.
Inmediatamente después de su investidura, Putin pasó revista
a la industria militar rusa, a sus fuerzas armadas y a todo su dispositivo de
alianzas. Como paso ulterior, decidió situar en Siria la línea roja que
el adversario no debe atravesar. A los ojos de Putin, la invasión de Libia por
parte de la OTAN es similar a la invasión de Checoslovaquia por el III Reich, y
la invasión de Siria –si llegara a producirse– sería comparable a la invasión
de la Polonia, que desencadenó la Segunda Guerra Mundial.
Toda interpretación de lo que actualmente sucede en el
Levante como una revolución/represión estrictamente siria no sólo es falsa sino
también ridícula a la vista de lo que realmente está en juego, y no sería
otra cosa que mera propaganda política. La crisis siria es, ante todo, una
etapa del «rediseño del Medio Oriente ampliado», un nuevo intento de destruir
el «eje de Resistencia» y constituye además la primera guerra de «la
geopolítica del gas» [2]. Lo que actualmente está en juego en Siria no es
saber Bachar al-Assad logrará democratizar las instituciones que heredó o si
las monarquías wahabitas podrán destruir el último sistema laico de gobierno de
la región e imponer su propio sectarismo, sino qué fronteras separan a los
nuevos bloques que son la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y
la OCS (Organización de Cooperación de Shangai) [3].
Algunos de nuestros lectores deben haber experimentado un
verdadero sobresalto al leer la frase anterior. En efecto, hace meses que
los medios de prensa occidentales y los de los países del Golfo vienen
remachándoles día tras día que el presidente al-Assad es el representante de
una dictadura sectaria favorable a la minoría alauita mientras que la oposición
armada representa la democracia pluralista. Basta una simple mirada a los
hechos para darse cuenta de la falsedad de esa imagen. Bachar al-Assad ha
convocado sucesivamente elecciones municipales, un referendo constitucional y
elecciones legislativas multipartidistas.
Todos los observadores coinciden en que las mencionadas
consultas se desarrollaron con toda legitimidad. La participación popular se
elevó a más del 60%, lo cual no impidió que los occidentales las calificaran de
«farsas» y que la oposición armada respaldada por las potencias occidentales y
los países del Golfo hiciera imposible la participación de los electores en los
4 distritos bajo su control. Al mismo tiempo, la oposición armado ha
multiplicado las acciones, no sólo contra las fuerzas de seguridad sino también
contra la población civil y en contra de todos los símbolos de la cultura y del
multiconfesionalismo.
La oposición armada está asesinando también a los sunnitas
progresistas y está matando al azar alauitas y cristianos para
obligarlos a huir con sus familias, ha quemado más de 1,500 escuelas e
iglesias, proclamó en Baba Amro un efímero emirato islámico independiente donde
instituyó un tribunal supuestamente revolucionario que condenó a muerte a más
de 150 infieles, que fueron degollados públicamente uno a uno por les verdugos
de la propia oposición armada. Y no será ciertamente el lamentable espectáculo
que ofrecen unos cuantos políticos venales, reunidos en el seno de un Consejo
Nacional Sirio creado en el exilio que agita un proyecto democrático de fachada
que en nada se parece a la realidad impuesta en el terreno por los crímenes del
llamado Ejército «Sirio» Libre, lo que logre evitar por mucho más tiempo que la
verdad salga a la luz.
¿Quién puede creer, en todo caso, que el régimen laico de
Siria, celebrado hasta hace poco como ejemplar, se ha convertido de pronto en
una dictadura confesional mientras que el Ejército «Sirio» Libre, respaldado
precisamente por las dictaduras wahabitas del Golfo y respetuoso
discípulo de los predicadores takfiristas, es un modelo del pluralismo
democrático?
La mención, por parte de los dirigentes estadounidenses, de
una posible intervención internacional en Siria sin mandato de la ONU,
siguiendo el modelo de la que provocó el desmembramiento de Yugoslavia, ha
suscitado inquietud y cólera en Moscú. La Federación Rusa, que hasta ahora se
había mantenido en posición defensiva, ha decidido a tomar la iniciativa. Este
cambio de estrategia se debe al carácter urgente que reviste la situación,
desde el punto de vista ruso, y a la evolución favorable sobre el terreno en la
propia Siria [4].
Moscú acaba de proponer la creación de un Grupo de Contacto
sobre Siria que reuniría en su seno a todos los Estados implicados, o sea tanto
a los Estados vecinos como a las potencias regionales e internacionales. Se
trata de crear un foro de diálogo en lugar del actual dispositivo belicoso
instaurado por los occidentales bajo la orwelliana denominación de «Conferencia
de Amigos de Siria».
Rusia sigue respaldando el plan Annan –que no es en realidad
otra cosa que una versión apenas modificada del plan que Serguei Lavrov había
presentado a la Liga Árabe. Rusia deplora la no aplicación de ese plan, pero
atribuye la responsabilidad de su no aplicación a la facción de la oposición
que ha tomado las armas. Según A. K. Lukashevich, uno de los voceros del
ministerio ruso de Relaciones Exteriores, a la luz del derecho internacional el
Ejército «Sirio» Libre es una organización ilegal que, a pesar de aseinar
diariamente a 20 o 30 soldados sirios, sigue gozando públicamente del apoyo de
los países miembros de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo, lo
cual constituye por cierto una flagrante violación del Plan Annan [5].
Apostando a favor de la paz, ante una OTAN que apuesta
abiertamente por la guerra, Vladimir Putin ha pedido a la OTSC (Organización
del Tratado de Seguridad Colectiva) que se prepare para un despliegue de «chapkas
azules» en Siria. El secretario general de la OTSC, Nikolai Bordyuzha, ya
confirmó que dispone de 20 000 hombres inmediatamente disponibles y
perfectamente formados para ese tipo de misión [6]
Sería la primera vez que la OTSC despliega una fuerza de paz
fuera del antiguo espacio soviético. En una muestra de evidente nerviosismo, el secretario
general de la ONU Ban Ki-moon trató inmediatamente de sabotear la
iniciativa rusa proponiendo organizar él también un Grupo de Contacto.
Al reunir en Washington el Grupo de Trabajo sobre las
sanciones de la Conferencia de Amigos de Siria, la secretaria de Estado Hillary
Clinton simplemente ignoró la proposición rusa y recrudeció sus llamados a
favor de un cambio de régimen [7].
En Turquía, parlamentarios de la oposición visitaron los
campamentos de refugiados sirios. Allí pudieron comprobar la ausencia de más de
un millar de refugiados censados por la ONU en el más importante de esos
campamentos, donde encontraron sin embargo un importante arsenal. Así que
decidieron interrogar en la Asamblea al primer ministro Recep Tayyip Erdogan y
exigirle que revele el monto de la ayuda humanitaria concedida a estos refugiados
fantasmas. Los diputados estiman que el mencionado campamento de refugiados
sirve en realidad de cobertura a la realización de una operación militar
secreta. Este campamento alberga en realidad a combatientes, provenientes
principalmente de Libia, que utilizan esa instalación como base de retaguardia.
Los diputados han emitido como hipótesis que se trata además de los
combatientes que se introdujeron en el distrito de Hula precisamente en el
momento de la masacre denunciada en esa región.
Estas informaciones confirman las acusaciones emitidas por
el embajador ruso Vitaly Churkin ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Según
el diplomático ruso, el representante especial de Ban Ki-moon en Libia, Ian
Martin, ha utilizado recursos de la ONU, inicialmente destinados a los
refugiados, para enviar a Turquía combatientes de al-Qaeda és aux réfugiés pour
acheminer en Turquie des combattants d’Al Qaeda [8].
En Arabia Saudita se ha manifestad nuevamente la división
entre el rey Abdallah y el clan de los Sudairis. A pedido del rey Abdallah I,
el Consejo de Ulemas publicó una fatwa que estipula que Siria no es tierra de
yihad. Al mismo tiempo, sin embargo, el príncipe Faisal, actual ministro de
Relaciones Exteriores, lanzaba un llamado a armar a la oposición siria contra «el
usurpador alauita».
El jueves 7 de junio fue un día rico en acontecimientos.Mientras
que Ban Ki-moon y Navi Pillay, o sea el secretario general de la ONU y la
Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, pronunciaban su alegato
contra Siria ante la Asamblea General de la ONU, Moscú realizó dos lanzamientos
de prueba de misiles balísticos intercontinentales.
El nombre del misil Bulava proviene de la palabra que
designa el bastón de mariscal de los ejércitos cosacos.
El coronel Vadim Koval, vocero de las RSVN (Tropas
Balísticas Estratégicas Rusas), reconoció la realización del lanzamiento de
prueba de un misil Topol–desde un emplazamiento cercano al Mar Caspio–
pero no confirmó el de un misilBulava –desde un submarino en el
Mediterráneo. Este último lanzamiento fue visto, sin embargo, en todo el Medio
Oriente, desde Israel hasta Armenia, y no se conoce ningún otro tipo de arma
capaz de provocar los efectos visuales que pudieron observarse en el cielo de
la región [9].
El mensaje está claro: si la OTAN y el Consejo de
Cooperación del Golfo no respetan las obligaciones internacionales ya definidas
en el Plan Annan y se obstinan en alimentar el terrorismo, Moscú está dispuesto
a enfrentarlos, incluso al precio de una guerra mundial.
Según nuestras informaciones, estos disparos de advertencia
estuvieron coordinados con las autoridades sirias. Moscú, que ya anteriormente
había estimulado a Damasco para que procediera a la liquidación del emirato
islámico de Baba Amro inmediatamente después del referendo constitucional que
confirmó la autoridad del presidente al-Assad, también incitó ahora al
presidente a liquidar los grupos de mercenarios presentes en el país desde el
instante siguiente a la investidura del nuevo parlamento y del nuevo primer
ministro sirios. Se dio entonces orden de pasar de una estrategia defensiva a
una acción ofensiva tendiente a proteger a la población frente a las acciones
terroristas. El ejército nacional sirio pasó por consiguiente a la ofensiva
contra los bastiones del Ejercito «Sirio» Libre. Los combates de los próximos
días pueden ser difíciles, en la medida en que los mercenarios disponen de
morteros, de cohetes antitanques e incluso de misiles tierra-aire.
En un intento por aligerar la tensión, Francia aceptó
inmediatamente la proposición rusa de participación en un Grupo de Contacto ad
hoc. Washington, por su parte, envió a Frederic C. Hof a Moscú. Contradiciendo
incluso las declaraciones que había hecho la víspera la propia secretaria de
Estado, Hillary Clinton, el señor Hof aceptó la invitación rusa a integrar el nuevo
Grupo de Contacto.
Ha quedado atrás el momento de lamentarse sobre la extensión
de los combates al territorio libanes, o de filosofar sobre una posible
regionalización del conflicto sirio. En 16 meses de maniobras
desestabilizadoras contra Siria, la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo
han creado una situación sin salida que ahora puede convertirse en una guerra
mundial.
FUENTE: RedVoltaire
[2] « Siria,
centro de la guerra del gas en el Medio Oriente », por Imad Fawzi
Shueibi, Réseau Voltaire, 8 de mayo de 2012.
[3] « Moscú y la
formación del Nuevo Sistema Mundial », por Imad Fawzi Shueibi,
Traducción al francés de Marie-Ange Patrizio, Réseau Voltaire, 13 de marzo
de 2012.
[4] « El caso de Hula
demuestra el retraso de la inteligencia occidental en Siria »,por
Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 2 de junio de 2012.
[5] « Comment
of Official Representative of the Ministry of Foreign Affairs of Russia A.K.
Lukashevich on the Question of Interfax related to the statement made by
Representative of so-called Free Syrian Army S.Al-Kurdi », Ministère
russe des Affaires étrangères, 5 juin 2012.
[6] « Siria:
Vladimir Putin propone una Fuerza de Paz de la OTSC »,Réseau Voltaire,
3 de junio de 2012..
[7] « Friends of the
Syrian People Sanctions Working Group », déclaration à la presse
d’Hillary Clinton, Département d’État, 6 juin 2012.
[8] « Libia, los
bandidos-revolucionarios y la ONU »,por Alexander Mezyaev, Traducción
al francés de Julia, Strategic Culture Foundation (Rusia), Réseau Voltaire,
17 de abril de 2012.
[9] « 07 de junio
2012: Rusia demuestra su superioridad en misiles balísticos intercontinentales
nucleares », Réseau Voltaire, 8 de junio de 2012.
Etiquetas:
Guerra,
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Siria,
Tercera Guerra mundial
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