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lunes, 6 de agosto de 2012

Medios chinos: EE.UU. debe "cerrar la boca"



Washington acusa a Pekín de militarizar el Mar de China Meridional
Estados Unidos debe “cerrar la boca” y se “merece las maldiciones que ha provocado”, son algunos de los comentarios que aparecen en varios medios de comunicación chinos ante la disputa territorial en el Mar de China Meridional. Los dimes y diretes comenzaron dos días después de que Pekín expresara a un diplomático estadounidense su descontento ante las acusaciones de EE.UU. de que China trata presuntamente de militarizar la zona.  “La declaración estadounidense confunde lo correcto con lo incorrecto, desvía gravemente la opinión pública, envía una señal incorrecta y debe ser refutada rotundamente”, publica People´s Daily, un periódico oficial del Partido Comunista chino.   “Gritamos en respuesta a EE.UU.: ¡cierra la boca!”, asevera la publicación, mientras en su editorial China Daily acusó a EE.UU. de instigar el conflicto. “Si la Casa Blanca está interesada en reinstaurar la paz en el Mar de China Meridional, debe inducir a los verdaderos alborotadores a que se porten bien. Lo cierto es que (EE.UU) ha instigado a otros países involucrados en las disputas e incluso los ha armado, al mismo tiempo que responsabiliza a China por sus acciones defensivas”, consigna China Daily.   El pasado viernes, el Departamento de Estado de EE.UU. dijo que el despliegue de una guarnición militar en el área en disputa va "contra los esfuerzos diplomáticos para resolver las diferencias y corre el riesgo de escalar las tensiones en la región". El 21 de julio, el gobierno chino desplegó una guarnición militar en la recién fundada ciudad de Sansha, en las islas Paracel, uno de los archipiélagos del disputado mar,  para proteger sus intereses después de recibir las quejas de los pescadores de ser acosados por barcos extranjeros. La soberanía de estas aguas ha estado en disputa desde hace décadas, parcial o totalmente, tanto por China como Vietnam, Filipinas, Taiwán, Malasia y Brunei. En ellas se cree que se halla uno de los mayores yacimientos aún no explorados de petróleo del planeta y de hecho la empresa estatal china CNOOC ya ha comenzado a ejecutar este año labores de prospección en la zona.
Fuente: Actualidad RT

Ejercito chino-norcoreano listos para un ataque nuclear.


                             

miércoles, 18 de julio de 2012

Los detalles del plan estadounidense contra Siria


Durante la 3ª Conferencia ministerial de los Amigos de Siria, el presidente francés Francois Hollande se desplaza para saludar a la secretaria de Estado Hillary Clinton, que se limita a extender una mano displicente. Sólo el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, se pone de pie ante el presidente de Francia.
10/07/2012
Por Ghaleb Kandil 
Comienzan a definirse los contornos de la escalada guerrerista de Estados Unidos contra el Estado sirio. Es evidente que la estrategia de guerra indirecta ideada por el director de la CIA, el general David Petraeus, quien supervisa la movilización de los recursos materiales, financieros, militares y de los medios de inteligencia necesarios en el marco del conflicto, se basa en una guerra de desgaste a largo plazo, guerra desarrollada a través de las bandas armadas.
Los centros estadounidenses de investigaciones y análisis hicieron una evaluación global de la situación de los grupos de oposición, muy divididos entre sí, y llegaron a la conclusión de que en realidad se trata de una mescolanza de exilados y de grupos políticos en eterno conflicto entre sí y sin verdadero peso dentro de la sociedad siria. Y, entre toda esa mescolanza, los occidentales y Turquía apuestan por la Hermandad Musulmana.
Los expertos estadounidenses reconocen que ese mosaico de fuerzas políticas ha sabido resistir a… todos los esfuerzos de Estados Unidos y de sus aliados por unificarlos, a través de innumerables reuniones en Turquía, Francia y Egipto, sin entrar a mencionar las decenas de encuentros secretos auspiciados por la CIA. La más reciente reunión en El Cairo no ha hecho más que confirmar lo lejos de la unificación que están esos grupos. Y también mostró que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, así como Turquía y Qatar, apoyan a la Hermandad Musulmana, mientras que Arabia Saudita apoya, financia, arropa y orienta a los grupos salafistas y takfiristas, y a varias “personalidades” de la oposición que ya venía manteniendo desde hace años, con Abdel Halim Khaddam y Rifaat al-Assad a la cabeza.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos realizaron además un censo de las bandas y grupos armados activos en Siria, a través del Institute for the Study of War, que trabaja para la CIA y el Estado Mayor Conjunto. Las conclusiones del estudio, publicadas en el sitio web de ese tanque pensante, muestran claramente que Estados Unidos apuesta por desarrollar las estructuras de esas bandas y muestran también que EEUU está actuando para garantizar a estas el flujo constante de dinero y armas. Se ha establecido una relación directa con los jefes de esos grupos mediante la creación de un puesto de mando de operaciones y planificación, que se halla bajo la dirección de oficiales de la CIA y de otras agencias de inteligencia de Estados Unidos o de países de la OTAN. Ese puesto de mando está en Turquía. Desde allí van a intensificarse, en los próximos meses, las agresiones contra el Estado nacional sirio, para debilitarlo lo más posible. Entre las prioridades se halla el uso de la escena libanesa en contra de Siria. El senador John McCain incluso lo ha dicho claramente, llamando a la creación de una zona tapón para el Ejército Sirio Libre, después de un encuentro con el jefe de las Fuerzas Libanesas. Y las milicias de la Corriente del Futuro y de los grupos salafistas libaneses no han esperado mucho para dar muestras de obediencia, desde el jueves 5 de julio, sustrayendo la región de Akkar a la autoridad del Estado. Individuos enmascarados y armados hasta los dientes establecen barreras en las carreteras, aíslan poblados y registran a los habitantes y a los pasajeros de los vehículos que pasan, sin que nadie les pida cuentas por lo que hacen.
Las más recientes declaraciones del presidente Bachar al-Assad, quien el pasado domingo denunció que Washington apoya las bandas armadas para desestabilizar Siria, confirman los informes anteriormente mencionados. En entrevista concedida a la televisión pública alemanaARD, el presidente al-Assad agregó «Estados Unidos es un participante en el conflicto. Está proporcionando protección y apoyo político a esas bandas para desestabilizar Siria».
En el terreno, Siria ha respondido a las amenazas de la secretaria de Estado Hillary Clinton. Esta última afirmó que «la oposición es lo bastante fuerte como para lanzar una ofensiva contra el Estado». Y Siria ha respondido con la organización de importantes maniobras militares. El pasado fin de semana, la marina siria comenzó ejercicios de tiro real, con lanzamiento de misiles tierra-mar para «simular un escenario de defensa contra un ataque sorpresivo desde el mar», según indicó el domingo la agencia siria Sana. «La marina efectuó el ejercicio con éxito, rechazando un hipotético ataque y destruyendo con gran precisión los blancos establecidos», reportó esa agencia de prensa.
El ministro de Defensa, general Daud Rajha, presenció el ejercicio y se congratuló por «el excepcional desempeño de las fuerzas navales que han demostrado su alto nivel de entrenamiento para el combate y su capacidad en la defensa de las costas sirias contra toda posible agresión».
Según la agencia Sana, estos ejercicios son parte de un plan de entrenamiento combativo establecido por el Alto Mando del ejército, plan que prevé la realización de ese tipo de ejercicios con una frecuencia anual.
Ese plan incluye «maniobras militares con la intervención de las fuerzas terrestres, navales y aéreas para evaluar la preparación combativa del Ejército Sirio Árabe y conocer su capacidad en el cumplimiento de su deber en condiciones comparables» a las del combate real.
En el plano político, el viceministro iraní de Relaciones Exteriores calificó el domingo de «farsa» la idea de obtener por la fuerza la renuncia del presidente Bachar al-Assad o de obligarlo a partir y lanzó una advertencia en contra de la posibilidad de un ataque, que señaló como «estúpida y catastrófica», contra Siria. «Irán aprueba los planes de reforma del señor al-Assad y las negociaciones tendientes a forzarlo al exilio son una farsa», declaró Hossein Amir Abdollahian en Amman, donde invitó al rey Abdallah II de Jordania a la próxima Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, a celebrarse en Irán.
«Una intervención militar en Siria no es probable y, si llegara a ocurrir, sería estúpida. Siria puede defenderse sola, sin ayuda de Irán. Cualquier solución no política sería catastrófica para toda la región», afirmó.

viernes, 13 de julio de 2012

"Prepárense para la guerra y el fin del mundo”, advierte el líder espiritual iraní


 Las autoridades iraníes difunden entre los militares un folleto denominado 'Los últimos seis meses'

En un mensaje a los iraníes, el líder religioso exhortó a los fieles a que esperasen la llegada de Mahdi, el duodécimo imán, que anunciará el fin del mundo, señala el portal Interfax Religión. Según la creencia chií, el Mahdi llegará el día del Juicio Final para salvar el mundo y establecer el orden islámico en la Tierra. El líder religioso destacó que ahora el deber de los iraníes es “prepararse para la venida del gran líder y estar listos para la guerra”. “Bajo la dirección de Dios y con su apoyo invisible haremos que la civilización islámica triunfe en el ámbito internacional. Es nuestro destino”, indicó el ayatolá. Recientemente las autoridades iraníes han comenzado a difundir entre los militares del país un folleto denominado 'Los últimos seis meses', que les incita a prepararse a la llegada de un imán y enfrentarse a Occidente, que aumenta su fuerza nuclear, informan los medios locales. 
Fuente: Actualidad RT

miércoles, 11 de julio de 2012

Una acción militar contra Siria o Irán podría desatar una guerra con Rusia y China



Una acción militar de EE.UU. o de sus aliados contra Siria o Irán podría desencadenar una respuesta bélica de Rusia y China, provocando la mayor conflagración mundial desde la Segunda Guerra Mundial. Además, el conflicto sirio podría causar la destrucción del dólar. Estas son las predicciones de Dominique de Kevelioc de Bailleul, analista político de la empresa investigadora estadounidense Beacon Equity Research. “Comentarios como en los tiempos de la Guerra Fría emitidos en la conferencia de ‘Amigos de Siria’ en París por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hacia Rusia y China, sugieren claramente que una confrontación entre antiguos rivales de la Guerra Fría, y ahora también China, está abierta”, afirma el analista. “El precio: petróleo y, por sus implicaciones, el futuro del estándar del petrodólar estadounidense y la forma de vida norteamericana”, prosigue De Bailleul. Un escenario que se repite La reunión del viernes pasado —en el marco de la cual Clinton amenazó a China y Rusia por no apoyar una acción militar contra Siria y su presidente, Bashar al Assad— fue aprovechada por la oposición siria para solicitar una zona de exclusión aérea en el país, algo a lo que Rusia se opone. En 2011, una medida similar en Libia fue usada para llevar a cabo un ataque con misiles y desatar una verdadera guerra. El periodista del noticiero web ‘Prison Planet’ Paul Joseph Watson reveló en noviembre pasado que “los mismos terroristas de Al Qaeda que combatieron contra tropas estadounidenses en Irak y ayudaron a la OTAN a derrocar a Muammar Gaddafi están siendo trasladados a Siria para asistir a los rebeldes en el derrocamiento de al-Assad”. El ‘Milliyet’, un influyente periódico turco, informó el mismo noviembre de que Francia había enviado instructores militares a Turquía y el Líbano con el objetivo de ayudar al llamado ‘Ejército Libre de Siria’, apoyado por la inteligencia británica a través de los Hermanos Musulmanes y el Consejo Nacional de Transición de Libia, ‘inundado’ de miembros de Al Qaeda. No obstante, se precisó que para que el ataque coordinado funcione, tienen que persuadir a dos poderes reacios, Rusia y China, para que abandonen su firme oposición al respecto. Petróleo que lo decide todo Kevelioc de Bailleul afirma que “Siria e Irán han sido objeto del interés de EE.UU. durante mucho tiempo, ya que Washington, bajo la administración de George W. Bush, sabía que llegaría un día en que EE.UU. y China se golpearían las cabezas por los preciados suministros de crudo en Oriente Próximo”. El analista concluye que pese al riesgo de descabezar finalmente la hegemonía del dólar estadounidense y destruir el dominio del petrodólar, Obama y Clinton están más que decididos a impulsar una jugada final con Siria (que cuenta con 325 000 tropas militares activas) e Irán (que cuenta con el noveno mayor Ejército del mundo, de 523 000 tropas activas). 

Fuente: Actualidad RT

sábado, 30 de junio de 2012

El mal de las guerras humanitarias


Iraq, Libia, Siria: no tenemos derecho a creernos Dios
Por Jonathan Cook 
Information Clearing House
En una película tradicional de vaqueros, sabemos qué hacer: buscamos al sujeto que lleva el sombrero blanco para saber a quién aplaudir, y al que lleva el sombrero negro para saber quién merece morir, de preferencia horriblemente, antes de que empiecen a mostrar los créditos. Si Hollywood aprendió temprano a abusar de esas emociones tribales, ¿dudamos de que los autores de los guiones políticos en Washington sean menos sofisticados?
Desde el 11-S, EE.UU. y sus aliados de  Europa nos han persuadido de que libran una serie de guerras “de sombrero blanco” contra regímenes de “sombrero negro” en Medio Oriente. Cada una nos ha sido presentada engañosamente como una “intervención humanitaria”. El ciclo de ese tipo de guerras todavía está lejos de llegar a su fin.
Pero durante el curso de la última década, la presentación de esas guerras tuvo que cambiar. Como lo comprende bien Hollywood, los espectadores se cansan rápidamente del mismo argumento fingido.
Dejando a un lado las declaraciones del primer ministro israelí Binyamin Netanyahu, hay un límite para las veces en las que se nos pueda convencer de que hay un nuevo Hitler en Medio Oriente y de que se acerca rápidamente el momento en el cual ese maligno cerebro logre desarrollar un arma apocalíptica para eliminar a Israel, EE.UU. o tal vez el planeta.
En el Hollywood de los años cincuenta, la solución para el aburrimiento del público era simple: A la hora señalada [Solo ante el peligro en España] puso un sombrero negro al noble sheriff, Gary Cooper y uno blanco al malvado pistolero. Ofreció un barniz de complejidad, pero en realidad la misma fórmula del bueno y el malo siguió las líneas familiares.
Si Washington necesitó una nueva trama después de las invasiones de Iraq y Afganistán, no tuvo que trabajar demasiado para encontrar una. Le ayudaron los rápidos cambios que estaban ocurriendo en el entorno político de Medio Oriente: la denominada Primavera Árabe. Washington no puede haber pasado por alto las vicisitudes emocionalmente gratas presentadas por el despertar de fuerzas populares contra la mano amortiguadora de regímenes autocráticos, muchos de ellos instalados hace décadas por Occidente.
La realidad, claro está, es que EE.UU. y sus aliados tienen los mismos planes que antes de la Primavera Árabe: es decir, que tratan de preservar sus intereses geopolíticos. Al respecto, tratan de contener y revertir peligrosas manifestaciones del despertar, especialmente en Egipto, el más populoso e influyente de los Estados árabes, y en el Golfo, nuestro oleoducto de las reservas más abundantes de petróleo del mundo.
Pero para Washington, la Primavera Árabe planteó oportunidades así como amenazas, y estas últimas están siendo explotadas en gran medida.
Afganistán e Iraq siguieron un modelo de “intervención” que ahora ha sido ampliamente desacreditado y que probablemente ya no es viable para Occidente enfrentado a la decadencia económica. Ya no es fácil convencer a los públicos occidentales de que nuestros ejércitos deberían invadir, ocupar y “asegurar” por sí solos Estados de Medio Oriente, especialmente en vista de lo mal agradecidos que han resultado ser los objetos de nuestra generosidad.
Las guerras humanitarias podrían haber caído en saco roto si la Primavera Árabe no hubiera abierto nuevas posibilidades de “intervención”.
El despertar árabe creó una nueva dinámica en Medio Oriente que se opuso a la dominación de las elites militares y políticas tradicionales: fuerzas democráticas e islamistas fueron alentadas por una nueva confianza; elites empresariales vieron oportunidades económicas interiores mediante la colaboración con Occidente; y grupos étnicos, religiosos y tribales oprimidos vieron una posibilidad de saldar viejas cuentas.
No es sorprendente que Washington haya mostrado más interés en cultivar a los últimos dos grupos que al primero.
En Libia, EE.UU. y sus aliados de la OTAN se sacaron el sombrero blanco y se lo entregaron a los denominados rebeldes, incluyendo sobre todo a tribus caídas en desgracia con Gadafi. Occidente asumió un papel visible, especialmente en sus bombardeos, pero se aseguró de que los protagonistas locales fueran presentados como los conductores. Occidente se mostró muy satisfecho con un rol menor: apoyar a los ‘buenos’.
Después de que el paria libio, Muamar Gadafi, fue asesinado por los rebeldes el año pasado, presentaron los créditos. La película había terminado para los públicos occidentales. Pero para los libios comenzó una nueva cinta, en un lenguaje extraño para nosotros y sin subtítulos. La limitada información que se ha filtrado desde entonces sugiere que Libia está sumida en la ilegalidad, nada mejor que los páramos políticos que hemos creado en Iraq y Afganistán. Cientos de milicias regionales dominan el país, extorsionando, torturando y asesinando a los que se les oponen.
Pocos pueden dudar de que el próximo en la lista de Occidente sea Siria. Y esta vez, los guionistas de Washington parecen creer que la tarea de convertir un Estado en funcionamiento, aunque altamente represivo, en un caso perdido, puede ser lograda sin que la mano de Occidente sea visible en absoluto. Esta vez el sombrero blanco ha sido asignado a nuestros aliados, Arabia Saudí y los Estados del Golfo, quienes, según los últimos informes, están avivando una incipiente guerra civil no solo al armar a algunos de los rebeldes sino también al prepararse a pagarles salarios, en petrodólares.
La importancia para los gobiernos occidentales de desarrollar narrativas más “complejas” de la intervención ha sido impulsada por la necesidad de debilitar la oposición interior a las continuas guerras en Medio Oriente. La impresión de que estas guerras están siendo inspiradas y dirigidas exclusivamente desde el “interior”, aunque sea por una oposición heterogénea cuya composición sigue siendo tenebrosa para los extraños, agrega un grado de legitimidad adicional; y adicionalmente, sugiere a los públicos occidentales que el coste en dinero y víctimas no será soportado por nosotros.
En tanto que hubo un amplio consenso a favor del ataque a Afganistán, la opinión occidental se dividió, especialmente en Europa, sobre el problema de invadir Iraq de la misma manera. En el mundo posterior al 11-S, el malvado de Afganistán, Osama bin Laden, parecía una amenaza más verosímil para los intereses occidentales que Sadam Hussein. Los críticos de la Operación Conmoción y Pavor han demostrado estruendosamente que tenían razón.
Los despertares árabes, sin embargo, suministraron una trama diferente para una subsiguiente intervención occidental, del tipo que Washington había tratado débilmente de utilizar también en Iraq, después de que no pudo encontrar las armas de destrucción masiva de Sadam. Ya no se trataba de encontrar a una persona o un arma apocalíptica, sino de una misión civilizadora para llevar la democracia a los pueblos oprimidos.
En la era antes de la Primavera Árabe, existía el peligro de que esto se interpretara como otro ardid para promover intereses occidentales. Pero después pareció mucho más plausible. Importaba poco si los protagonistas locales eran elementos democráticos que buscaban una nueva política o grupos étnicos en querellas que buscaban el control de la antigua política para sus propios objetivos de venganza. El objetico de Occidente era apropiarse de ellos, quisieran o no, para la nueva narrativa.
Esta acción erosionó efectivamente la oposición popular a la próxima guerra humanitaria, en Libia, y parece que ya está logrando el mismo fin en Siria.
Por cierto, ha debilitado fatalmente el disenso efectivo de la izquierda, que ha reñido y se ha dividido respecto en cada una de estas guerras humanitarias. Una serie de importantes intelectuales de izquierdas se alineó con el proyecto de derrocar a Gadafi, y más de ellos ya aplauden la misma suerte frente a Basher el-Asad de Siria. Ahora queda solo un resto de opinión crítica de izquierdas que se mantiene firme en su oposición a otro intento de Occidente de crear una implosión de un Estado árabe.
Si se tratara simplemente de una película de vaqueros, nada de esto tendría más que un interés incidental. Gadafi fue y paria y Asad es otro. Pero la política internacional es mucho más compleja que un guión de Hollywood, lo que debería ser obvio si nos detenemos un momento a reflexionar sobre el tipo de sheriffs que hemos elegido y reelegido en Occidente. George Bush, Tony Blair y Barack Obama tienen probablemente más sangre en sus manos que cualquier autócrata árabe.
Muchos en la izquierda tienen dificultades para analizar el nuevo Medio Oriente con algo que se aproxime a la sofisticación de los planificadores militares de Washington. Esta falla deriva en gran parte de su disposición a permitir que los mercaderes de la guerra confundan los temas significativos –sobre los regímenes, los grupos opositores y la cobertura mediática– relacionados con cada “intervención humanitaria”.
Sí, los regímenes seleccionados para ser destruidos son uniformemente brutales y desagradables para su propio pueblo. Sí, la naturaleza de su régimen debe ser denunciada. Sí, al mundo le iría mejor sin ellos. Pero eso no justifica que Occidente libre guerras contra ellos, por lo menos no mientras el mundo siga configurado del modo actual entre naciones Estado en competencia y egoístas.
Casi todos los Estados de Medio Oriente tienen espantosos antecedentes de derechos humanos, algunos de ellos con características aún menos compensatorias que la Libia de Gadafi o la Siria de Asad. Pero esos Estados, como Arabia Saudí, son cercanos aliados de Occidente. Solo los incurablemente ingenuos o deshonestos arguyen que los Estados a los que ha apuntado Occidente han sido escogidos en beneficio de sus sufridos ciudadanos. Más bien, han sido elegidos porque son vistos como implacablemente opuestos a los intereses estadounidenses e israelíes en la región.
Incluso en el caso de Libia, donde la amenaza de Gadafi a Occidente estaba lejos de estar clara para muchos observadores, los intereses geopolíticos occidentales fueron, en los hechos, el factor dominante. Dan Glazebrook, periodista especializado en política exterior occidental, ha señalado que poco antes de que Occidente volviera su mirada hacia Libia, Gadafi había comenzado a solidificar la oposición africana a Africom, el comando para África establecido por los militares de EE.UU. en 2008.
El papel de Africom es organizar y dirigir tropas africanas de combate con el fin de asegurar, en boca de un vicealmirante estadounidense: “el libre flujo de recursos naturales de África al mercado mundial”. Al derrocar a Gadafi, Africom eliminó al principal desafío a su plan y puso en efecto su declaración de intenciones: ni un solo soldado estadounidense o europeo murió en la operación de derribo de Gadafi.
La tarea de destacar la hipocresía en el centro de la agenda intervencionista no debería descartarse como una simple recriminación mutua basada en hechos del pasado. La mendacidad occidental debilita fatalmente la justificación de una intervención, despojándola de toda apariencia de legitimidad. También asegura que los que son nuestros aliados en esas aventuras militares, com Arabia Saudí, son los que terminarán por conformar los regímenes que emerjan de los escombros.
Y también es un hecho que los pueblos del mundo árabe tienen derecho a vivir en libertad y con dignidad. Tienen derecho a levantarse contra sus dictadores. Tienen derecho a nuestro apoyo moral, a nuestros consejos y a nuestros mejores esfuerzos para utilizar la diplomacia a favor de su causa. Pero no tienen derecho a esperar que vayamos a la guerra por su cuenta, que los armemos o que derribemos a los gobiernos por su cuenta.
Este principio debe mantenerse porque, tal como está configurado actualmente el mundo, la intervención humanitaria no garantiza un nuevo orden mundial sino más bien la ley de la selva. Incluso si se pudiera confiar en Occidente para librar guerras justas, en lugar de las realizadas para promover los intereses de sus elites, ¿cómo podríamos llegar a adivinar qué acción es necesaria para lograr un resultado justo, tanto más en las sociedades aún profundamente divididas de Medio Oriente?
¿Está más seguro el libio promedio porque pulverizamos su país con bombas, porque aplastamos sus instituciones, buenas y malas por igual, porque lo dejamos política y socialmente a la deriva y porque entregamos armas y poder a grupos tribales para que pudieran vengarse de sus predecesores? Es dudoso. Pero incluso si la respuesta no es clara, ante la ausencia de certeza debemos seguir la máxima médica: “Primero, no hagas daño”.
Es el colmo de la arrogancia –no, más bien un complejo de Dios– estar tan seguros como algunos de nuestros políticos y expertos de que merecemos la gratitud de los iraquíes por derrocar a Sadam Hussein al precio probable de más de un millón de vidas iraquíes y de millones de personas más que fueron obligadas al exilio.
Es imposible imponer a las sociedades la democracia desde afuera, como si fuera un ítem que pueda pedirse del menú de un almuerzo. Las democracias occidentales, por imperfectas que sean, se lograron a gran precio por las luchas centenarias de sus pueblos, incluyendo terribles guerras. Cada Estado desarrolló sus propios sistemas de limitaciones y chequeos para encarar las singulares condiciones políticas, sociales y económicas prevalecientes en su caso. Esas libertades, duramente conseguidas, están constantemente amenazadas, entre otros por las mismas elites políticas y económicas que hacen campaña con tanta virulencia para llevar a cabo intervenciones humanitarias en el extranjero.
La realidad es que las libertades no son otorgadas por benefactores exteriores; los pueblos tienen que luchar y conquistarlas. Ninguna sociedad moderna logró la democracia si no fue mediante una lucha gradual y dolorosa, en la que se aprendieron lecciones, a menudo mediante errores, en la que reveses y contratiempos fueron numerosos y en la cual éxitos duraderos se lograron mediante la comprensión de todas las partes de que la legitimidad no se puede conseguir mediante la violencia. Si debemos alguna cosa a otras sociedades que luchan por la libertad, es nuestra solidaridad, no el acceso a los arsenales de nuestros gobiernos.
De hecho, el deber de Occidente no es intervenir más sino intervenir mucho menos. Ya armamos masivamente tiranías como las del Golfo para que puedan proteger el petróleo que consideramos nuestro patrimonio; ofrecemos cobertura militar, financiera y diplomática a la continua opresión de millones de palestinos por parte de Israel, una causa importante de inestabilidad política en Medio Oriente; y apoyamos silenciosamente a los militares egipcios, que tratan actualmente de revertir las conquistas revolucionarias del año pasado.
El apoyo popular a las guerras humanitarias no podría mantenerse sin la difusión de propaganda enmascarada como noticias por nuestros medios corporativos. Durante la última década han mercadeado fielmente las agendas para Medio Oriente de nuestros gobiernos belicistas. Cuando se pone al descubierto el pretexto extravagante de cada guerra, los generales en sus poltronas nos aseguran que han aprendido las lecciones para la próxima vez. Pero cuando revisan el guión –y el sombrero blanco se ha entregado a otro representante de la ley– los mismos eruditos desacreditados de los medios vuelven a justificar la guerra desde la seguridad de sus estudios.
Es otro motivo para avanzar con cuidado. En el caso de Siria, la fuente de la certeza expresada por nuestras salas de redacción no es a menudo otra cosa que un ente unipersonal en la ciudad británica de Coventry, conocido como Observatorio Sirio por los Derechos Humanos. Si Rami Abdulrahman no existiera, nuestros gobiernos intervencionistas y sus cortesanos de los medios habrían tenido que inventarlo. El Observatorio produce las noticias necesarias contra el régimen para justificar otra guerra.
Eso no quiere decir que afirmemos que el régimen de Asad no ha cometido crímenes de guerra. Más bien es que, incluso si las “intervenciones humanitarias” fueran una empresa legítima, no tenemos información permanentemente fiable para evaluar cómo podemos intervenir mejor, sobre la base de “noticias” colocadas en nuestros medios por grupos parciales del conflicto. Todo lo que está claro es que una vez más nos están manipulando con un fin conocido.
Son motivos suficientes para oponerse a otra guerra humanitaria. Pero hay otro motivo por el cual es extremadamente temerario que las personas de la izquierda acompañen los actuales planes de Occidente en Siria, incluso si creen genuinamente que los beneficiarios serán los sirios comunes y corrientes.
Si Occidente tiene éxito en su intervención a cámara lenta, mediante testaferros, en Siria e incapacita a otro Estado árabe por haberse negado a acatar sus órdenes, se habrá preparado la escena para la próxima guerra contra el próximo objetivo: Irán.
Este no es un argumento que excuse la continuación del régimen de Asad. Esa decisión la deben tomar los sirios.
Pero es una advertencia para los que justifican la interminable interferencia en Medio Oriente al servicio de los planes occidentales. Es una advertencia contra guerras cuyo poder destructivo se dirige sobre todo contra civiles. Es una advertencia de que ninguna de estas guerras humanitarias constituye una solución a un problema; solo son un preludio para más guerras. Y es un recuerdo de que no tenemos derecho a actuar como si fuésemos Dios.
Jonathan Cook es escritor y periodista residente en Nazaret, Israel. Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son: Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books) 
Traducido del inglés para Rebelión.org por Germán Leyens

lunes, 25 de junio de 2012

Disparos rusos de advertencia

CONFLICTO SIRIO PUEDE DEGENERAR EN GUERRA MUNDIAL



por Thierry Meyssan

La crisis siria está cambiando de naturaleza. El proceso de desestabilización que debía abrir el camino a una intervención militar legal de la alianza atlántica ha fracasado. Así que Estados Unidos se quita la máscara ya habla públicamente de la posibilidad de atacar Siria sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU, como ya se hizo anteriormente en Kosovo. Al hacerlo, Washington finge sin embargo no haberse dado cuenta de que la Rusia de Vladimir Putin no es la Rusia de Boris Yeltsin. Después de asegurarse de que puede contar con el respaldo de China, Moscú acaba de hacer dos disparos de advertencia dirigidos a Washington. Las continuas violaciones del derecho internacional por parte de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) pueden desembocar ahora en un conflicto mundial.
El presidente Vladimir Putin emprende su tercer mandato bajo el signo de la reafirmación de la soberanía de su país ante las amenazas contra Rusia provenientes de Estados Unidos y de la OTAN. Moscú ha denunciado reiteradamente el proceso de ampliación de la OTAN, la instalación de bases militares a las puertas de sus fronteras así como el despliegue del escudo antimisiles, la destrucción de la Libia y los actos de desestabilización contra Siria.
Inmediatamente después de su investidura, Putin pasó revista a la industria militar rusa, a sus fuerzas armadas y a todo su dispositivo de alianzas. Como paso ulterior, decidió situar en Siria la línea roja que el adversario no debe atravesar. A los ojos de Putin, la invasión de Libia por parte de la OTAN es similar a la invasión de Checoslovaquia por el III Reich, y la invasión de Siria –si llegara a producirse– sería comparable a la invasión de la Polonia, que desencadenó la Segunda Guerra Mundial.
Toda interpretación de lo que actualmente sucede en el Levante como una revolución/represión estrictamente siria no sólo es falsa sino también ridícula a la vista de lo que realmente está en juego, y no sería otra cosa que mera propaganda política. La crisis siria es, ante todo, una etapa del «rediseño del Medio Oriente ampliado», un nuevo intento de destruir el «eje de Resistencia» y constituye además la primera guerra de «la geopolítica del gas» [2]. Lo que actualmente está en juego en Siria no es saber Bachar al-Assad logrará democratizar las instituciones que heredó o si las monarquías wahabitas podrán destruir el último sistema laico de gobierno de la región e imponer su propio sectarismo, sino qué fronteras separan a los nuevos bloques que son la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y la OCS (Organización de Cooperación de Shangai) [3].
Algunos de nuestros lectores deben haber experimentado un verdadero sobresalto al leer la frase anterior. En efecto, hace meses que los medios de prensa occidentales y los de los países del Golfo vienen remachándoles día tras día que el presidente al-Assad es el representante de una dictadura sectaria favorable a la minoría alauita mientras que la oposición armada representa la democracia pluralista. Basta una simple mirada a los hechos para darse cuenta de la falsedad de esa imagen. Bachar al-Assad ha convocado sucesivamente elecciones municipales, un referendo constitucional y elecciones legislativas multipartidistas.
Todos los observadores coinciden en que las mencionadas consultas se desarrollaron con toda legitimidad. La participación popular se elevó a más del 60%, lo cual no impidió que los occidentales las calificaran de «farsas» y que la oposición armada respaldada por las potencias occidentales y los países del Golfo hiciera imposible la participación de los electores en los 4 distritos bajo su control. Al mismo tiempo, la oposición armado ha multiplicado las acciones, no sólo contra las fuerzas de seguridad sino también contra la población civil y en contra de todos los símbolos de la cultura y del multiconfesionalismo.
La oposición armada está asesinando también a los sunnitas progresistas y está matando al azar alauitas y cristianos para obligarlos a huir con sus familias, ha quemado más de 1,500 escuelas e iglesias, proclamó en Baba Amro un efímero emirato islámico independiente donde instituyó un tribunal supuestamente revolucionario que condenó a muerte a más de 150 infieles, que fueron degollados públicamente uno a uno por les verdugos de la propia oposición armada. Y no será ciertamente el lamentable espectáculo que ofrecen unos cuantos políticos venales, reunidos en el seno de un Consejo Nacional Sirio creado en el exilio que agita un proyecto democrático de fachada que en nada se parece a la realidad impuesta en el terreno por los crímenes del llamado Ejército «Sirio» Libre, lo que logre evitar por mucho más tiempo que la verdad salga a la luz.
¿Quién puede creer, en todo caso, que el régimen laico de Siria, celebrado hasta hace poco como ejemplar, se ha convertido de pronto en una dictadura confesional mientras que el Ejército «Sirio» Libre, respaldado precisamente por las dictaduras wahabitas del Golfo y respetuoso discípulo de los predicadores takfiristas, es un modelo del pluralismo democrático?
La mención, por parte de los dirigentes estadounidenses, de una posible intervención internacional en Siria sin mandato de la ONU, siguiendo el modelo de la que provocó el desmembramiento de Yugoslavia, ha suscitado inquietud y cólera en Moscú. La Federación Rusa, que hasta ahora se había mantenido en posición defensiva, ha decidido a tomar la iniciativa. Este cambio de estrategia se debe al carácter urgente que reviste la situación, desde el punto de vista ruso, y a la evolución favorable sobre el terreno en la propia Siria  [4].
Moscú acaba de proponer la creación de un Grupo de Contacto sobre Siria que reuniría en su seno a todos los Estados implicados, o sea tanto a los Estados vecinos como a las potencias regionales e internacionales. Se trata de crear un foro de diálogo en lugar del actual dispositivo belicoso instaurado por los occidentales bajo la orwelliana denominación de «Conferencia de Amigos de Siria».
Rusia sigue respaldando el plan Annan –que no es en realidad otra cosa que una versión apenas modificada del plan que Serguei Lavrov había presentado a la Liga Árabe. Rusia deplora la no aplicación de ese plan, pero atribuye la responsabilidad de su no aplicación a la facción de la oposición que ha tomado las armas. Según A. K. Lukashevich, uno de los voceros del ministerio ruso de Relaciones Exteriores, a la luz del derecho internacional el Ejército «Sirio» Libre es una organización ilegal que, a pesar de aseinar diariamente a 20 o 30 soldados sirios, sigue gozando públicamente del apoyo de los países miembros de la OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo, lo cual constituye por cierto una flagrante violación del Plan Annan  [5].
Apostando a favor de la paz, ante una OTAN que apuesta abiertamente por la guerra, Vladimir Putin ha pedido a la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) que se prepare para un despliegue de «chapkas azules» en Siria. El secretario general de la OTSC, Nikolai Bordyuzha, ya confirmó que dispone de 20 000 hombres inmediatamente disponibles y perfectamente formados para ese tipo de misión [6]
Sería la primera vez que la OTSC despliega una fuerza de paz fuera del antiguo espacio soviético. En una muestra de evidente nerviosismo, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon trató inmediatamente de sabotear la iniciativa rusa proponiendo organizar él también un Grupo de Contacto.
Al reunir en Washington el Grupo de Trabajo sobre las sanciones de la Conferencia de Amigos de Siria, la secretaria de Estado Hillary Clinton simplemente ignoró la proposición rusa y recrudeció sus llamados a favor de un cambio de régimen  [7].
En Turquía, parlamentarios de la oposición visitaron los campamentos de refugiados sirios. Allí pudieron comprobar la ausencia de más de un millar de refugiados censados por la ONU en el más importante de esos campamentos, donde encontraron sin embargo un importante arsenal. Así que decidieron interrogar en la Asamblea al primer ministro Recep Tayyip Erdogan y exigirle que revele el monto de la ayuda humanitaria concedida a estos refugiados fantasmas. Los diputados estiman que el mencionado campamento de refugiados sirve en realidad de cobertura a la realización de una operación militar secreta. Este campamento alberga en realidad a combatientes, provenientes principalmente de Libia, que utilizan esa instalación como base de retaguardia. Los diputados han emitido como hipótesis que se trata además de los combatientes que se introdujeron en el distrito de Hula precisamente en el momento de la masacre denunciada en esa región.
Estas informaciones confirman las acusaciones emitidas por el embajador ruso Vitaly Churkin ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Según el diplomático ruso, el representante especial de Ban Ki-moon en Libia, Ian Martin, ha utilizado recursos de la ONU, inicialmente destinados a los refugiados, para enviar a Turquía combatientes de al-Qaeda és aux réfugiés pour acheminer en Turquie des combattants d’Al Qaeda [8].
En Arabia Saudita se ha manifestad nuevamente la división entre el rey Abdallah y el clan de los Sudairis. A pedido del rey Abdallah I, el Consejo de Ulemas publicó una fatwa que estipula que Siria no es tierra de yihad. Al mismo tiempo, sin embargo, el príncipe Faisal, actual ministro de Relaciones Exteriores, lanzaba un llamado a armar a la oposición siria contra «el usurpador alauita».
El jueves 7 de junio fue un día rico en acontecimientos.Mientras que Ban Ki-moon y Navi Pillay, o sea el secretario general de la ONU y la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, pronunciaban su alegato contra Siria ante la Asamblea General de la ONU, Moscú realizó dos lanzamientos de prueba de misiles balísticos intercontinentales.
El nombre del misil Bulava proviene de la palabra que designa el bastón de mariscal de los ejércitos cosacos.
El coronel Vadim Koval, vocero de las RSVN (Tropas Balísticas Estratégicas Rusas), reconoció la realización del lanzamiento de prueba de un misil Topol–desde un emplazamiento cercano al Mar Caspio– pero no confirmó el de un misilBulava –desde un submarino en el Mediterráneo. Este último lanzamiento fue visto, sin embargo, en todo el Medio Oriente, desde Israel hasta Armenia, y no se conoce ningún otro tipo de arma capaz de provocar los efectos visuales que pudieron observarse en el cielo de la región [9].
El mensaje está claro: si la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo no respetan las obligaciones internacionales ya definidas en el Plan Annan y se obstinan en alimentar el terrorismo, Moscú está dispuesto a enfrentarlos, incluso al precio de una guerra mundial.
Según nuestras informaciones, estos disparos de advertencia estuvieron coordinados con las autoridades sirias. Moscú, que ya anteriormente había estimulado a Damasco para que procediera a la liquidación del emirato islámico de Baba Amro inmediatamente después del referendo constitucional que confirmó la autoridad del presidente al-Assad, también incitó ahora al presidente a liquidar los grupos de mercenarios presentes en el país desde el instante siguiente a la investidura del nuevo parlamento y del nuevo primer ministro sirios. Se dio entonces orden de pasar de una estrategia defensiva a una acción ofensiva tendiente a proteger a la población frente a las acciones terroristas. El ejército nacional sirio pasó por consiguiente a la ofensiva contra los bastiones del Ejercito «Sirio» Libre. Los combates de los próximos días pueden ser difíciles, en la medida en que los mercenarios disponen de morteros, de cohetes antitanques e incluso de misiles tierra-aire.
En un intento por aligerar la tensión, Francia aceptó inmediatamente la proposición rusa de participación en un Grupo de Contacto ad hoc. Washington, por su parte, envió a Frederic C. Hof a Moscú. Contradiciendo incluso las declaraciones que había hecho la víspera la propia secretaria de Estado, Hillary Clinton, el señor Hof aceptó la invitación rusa a integrar el nuevo Grupo de Contacto.
Ha quedado atrás el momento de lamentarse sobre la extensión de los combates al territorio libanes, o de filosofar sobre una posible regionalización del conflicto sirio. En 16 meses de maniobras desestabilizadoras contra Siria, la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo han creado una situación sin salida que ahora puede convertirse en una guerra mundial.

FUENTE:  RedVoltaire

[2] « Siria, centro de la guerra del gas en el Medio Oriente », por Imad Fawzi Shueibi, Réseau Voltaire, 8 de mayo de 2012.
[3] « Moscú y la formación del Nuevo Sistema Mundial », por Imad Fawzi Shueibi, Traducción al francés de Marie-Ange Patrizio, Réseau Voltaire, 13 de marzo de 2012.
[4] « El caso de Hula demuestra el retraso de la inteligencia occidental en Siria »,por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 2 de junio de 2012.
[6] « Siria: Vladimir Putin propone una Fuerza de Paz de la OTSC »,Réseau Voltaire, 3 de junio de 2012..
[7] « Friends of the Syrian People Sanctions Working Group », déclaration à la presse d’Hillary Clinton, Département d’État, 6 juin 2012.
[8] « Libia, los bandidos-revolucionarios y la ONU »,por Alexander Mezyaev, Traducción al francés de Julia, Strategic Culture Foundation (Rusia), Réseau Voltaire, 17 de abril de 2012.