Para ellos el control del déficit y la
consolidación fiscal, es la única solución a todos los problemas, pero son incapaces de
ver como se fuga la pasta de los peces gordos del IBEX a los paraísos fiscales.
A los inútiles les pagamos el
sueldo para que desde el estado acaben defendiendo intereses privados. Cuando
huele a petróleo, los inútiles, siempre están preparados a lanzar bombardeos
humanitarios para preservar los derechos humanos.
Los inútiles convierten la deuda privada en pública.
Los inútiles convierten la deuda privada en pública.
Los inútiles cuando dejan de ser útiles,
independientemente del partido al que pertenezcan, siempre tienen reservado un
asiento en los consejos directivos de las grandes empresas como premio a su honesta
e inútil labor.
En su tiempo libre y para
distenderse de la crisis que no padecen y de la cual se alimentan, los inútiles se van
a cazar elefantes al Africa y como saben que su popularidad esta en caída libre,
se abrazan al triunfo de la selección española para maquillar su imagen.
Los inútiles no entienden de
estados y naciones, por eso, les prestan el dinero a la banca privada al 1%
para que estos a su vez compren deuda “soberana” al 6,7,8%. En caso de
dificultades colaterales, los inútiles garantizan el rescate. No importa la cifra. Tampoco
importa la cifra destinada anualmente a mantener la labor improductiva de la
Iglesía y de la Casa Real.
Los inútiles caminan como
equilibristas en una cuerda que se tensa, pero llevan arnés, sujetos a las
garras de la banca.
Los políticos inútiles son
elegidos democráticamente y constituyen mayorías parlamentarias legales pero
ilegítimas para imponer políticas perfectamente planificadas y deliberadamente
en contra de la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Los inútiles se erotizan con la austeridad
y la prima de riesgo, poniendo en riesgo la salud y la educación de todos.
Piden austeridad y sacrificio, pero el sacrificio solo tiene un nombre: el ciudadano de a pie, como ofrenda a una deidad en señal de homenaje a los mercados financieros, sin nombres ni rostros, invisibles.
Piden austeridad y sacrificio, pero el sacrificio solo tiene un nombre: el ciudadano de a pie, como ofrenda a una deidad en señal de homenaje a los mercados financieros, sin nombres ni rostros, invisibles.
En los medios masivos de
comunicación, a los inútiles, (que dejan la política en un segundo plano para
defender intereses económicos ajenos a la mayoría de la población), se los llama
“la clase política”. Se los mantiene y se les da oxigeno, porque para que nada
cambie, es necesario la alternancia en el poder del uno y del otro.
La permanencia de los inútiles es
la condición necesaria para que la crisis que nos la presentan como un fenómeno
natural, imparable, inevitable y desvastadora se profundice, porque con la crisis, ganan
siempre los mismos, los dueños de todo, que son también los dueños de la
historia.
Con mucho cabreo, pero con poca
razón, llamamos a nuestros políticos “inútiles”. Tras los invisibles “brotes
verdes”, el tópico de “Zapatero inútil” dio lugar a la segunda escena de un
mismo simulacro democrático: el “inútil de Rajoy”. Sin embargo, la falta de
aptitud, la falta de capacidad o el coeficiente intelectual de esta casta
política que nos gobierna desde la inutilidad, deviene en grandes utilidades
para la banca y el desregulado sistema financiero.
Somos demasiado ingenuos, demasiado
honestos, demasiado ciegos para creer, que esta crisis que nos atraviesa es una
consecuencia de la incapacidad de nuestros políticos y no de sus políticas económicas
pensadas y elaboradas, allá en lo alto, en la cresta de la ola neoliberal, para
legitimar el traspaso de sumas multimillonarias de dinero y recursos de la mayoría
de los ciudadanos a una minoría selecta.
Aunque cierto es que hay honradas excepciones,
que todavía creen en la política y en la democracia real como instrumento para
poner fin a este saqueo, somos útiles, demasiado útiles, para mantener a estos políticos que votamos y que no nos representan.
Es cierto, los llamamos inútiles pero no lo son. Lo llaman democracia y no lo es. Mienten.Defienden los intereses de las grandes empresa y vienen a por nosotros. Es necesario una nueva generación de políticos, donde la política este al servicio del pueblo y no de la usura del gran capital.
ResponderEliminarEsta gentuza ha demostrado ser muy útiles para los bancos, pero de utilidad para los trabajadores, un cero pelado. Que se vayan, no nos representan. Dimisión YA!
ResponderEliminarLos medios de comunicación son los responsables de que nos gobiernen estos inútiles, siempre nos presentan al bipartidismo como única opción y caemos en esta estafa electoral, sin darle casi espacio a otras alternativas políticas.
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