Tras días y semanas desmintiendo la
posibilidad de que España tuviera que pedir un rescate para tapar los
agujeros de su sistema bancario privado, el fin de semana precipitó los
acontecimientos. El FMI adelantó su estimación sobre lo que España “necesitaría”.
No esperó los resultados de la auditoría encargada por el gobierno español sobre
la situación de sus propios bancos. La “troika” integrada por el Eurogrupo, el
Banco Central Europeo y el F.M.I., armó una insólita videoconferencia a las 4
de la tarde del sábado con participación de todos los ministros de finanzas de
la región. Tres horas más tarde, el ministro español de Economía, más nervioso
que nunca, admitía en rueda de prensa que “España recibirá ayuda para su
banca”. Pero más que dar detalles, se empeñó en explicar que “no era un
rescate” y que la operación “no conllevará más sacrificios para la sociedad
española”. Su empeño tiene corto recorrido. Es un rescate “in extremis”,
sencillamente porque el estado español no tiene recursos propios para afrontar
ese volumen de dinero. En cuanto a la posibilidad de que este préstamo no tenga
consecuencias sobre la vida de los españoles, resulta inverosímil. Si la suma
que finalmente se acuerde, se carga en la cuenta de la deuda española, aumentan
los problemas para disminuir el déficit. Con ello, es probable que los recortes
practicados no sean suficientes. Grecia, Irlanda y Portugal, sin ser casos
idénticos, demuestran que son sus pueblos quienes terminan sufriendo los
efectos de la crisis. España no es ni será una excepción. El imprevisto
discurso dominical del presidente Rajoy, empapado de optimismo, destacando
aspectos positivos del “préstamo”, es otro intento por disimular una realidad:
España está más controlada que hace 48 horas. Su soberanía para decidir sus
políticas internas, las que definen la vida cotidiana y el futuro de los españoles,
está enajenada. Sus reiteradas afirmaciones de “ayer ganó Europa”, “ayer ganó
el Euro”, “ayer ganó la consolidación del proyecto europeo”, no consiguen
ocultan otra realidad: ayer, seguramente otra vez "ganó la banca", y
perdió el pueblo español, que tendrá que pagar las consecuencias de una
crisis de la que no es responsable, sino víctima.
Pero éste es el último capítulo - por ahora - de
un proceso que viene gestándose desde hace años. Para una mejor comprensión,
intentemos situar en su contexto este episodio del rescate.
El comienzo del derrumbe
La crisis capitalista estalló en el 2007 a partir de la
acumulación de operaciones especuladoras de grandes bancos y empresas
inversoras de los Estados Unidos. Tras los gigantescos fraudes de los casos
Stanford y Madoff, vino la espectacular quiebra de Lehman Brothers, la más
significativa en ese país por el volumen de sus activos. El proceso
fue desde entonces acompañado por infinitas explicaciones, pronósticos,
"recetas" y llamamientos. Varios gobernantes de los paises
desarrollados nos dejaron frases memorables: el entonces
presidente Sarkozy llamó a "refundar el capitalismo sobre bases éticas,
las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad." Otros
anunciaron que "había que poner fin a los paraísos fiscales". Como
era previsible, todo quedó en mera pirotecnia verbal. Y las réplicas del sismo
financiero fueron extendiéndose como corresponde a un mundo globalizado.
En Europa, comenzaron a tallar "los mercados",
denominación que recibe ese conglomerado impreciso de fondos de
inversión, bancos, grandes empresas, todos ellos actuando con un solo
propósito: obtener la mayor rentabilidad. El afianzamiento del neoliberalismo
alimenta esa vocación de la lógica del capital financiero: multiplicarse en el
menor tiempo posible. Y ha logrado eliminar todas las normas que limitaban
procedimientos inmorales y antisociales. Esos núcleos de poder tienen fuertes
vínculos o directamente controlan a políticos y medios de comunicación. Actúan
condicionando a los gobiernos y a los ciudadanos.
En España la presunta solidez del llamado "Estado de
Bienestar", comenzó a resquebrajarse de modo visible en el 2008, pero
antes hubo signos evidentes que la espiral consumista, la burbuja inmobiliaria,
el sistema bancario/financiero especulador y el manejo irresponsable y despilfarrador
del dinero público terminarian por empujarnos también a una situación crítica.
El gobierno socialdemócrata de Rodríguez Zapatero cumplió sus dos últimos años
de mandato acosado por la presión de los "mercados" y puso en
marcha las primeras medidas de recortes sociales que le exigía esa cúpula
autoerigida en "gobierno europeo", integrada físicamente por la dupla
Merkel-Sarkozy. Por supuesto, con esas acciones políticas rompió sus
compromisos con quienes le votaron y con sus premisas de gobierno. Después, a
fines del 2012, el Partido Popular, que venía de ejercer una feroz
oposición y se autoproclamaba capaz de solucionar la crisis ganó con
mayoría absoluta y asumió Mariano Rajoy. La derecha conservadora, incluyendo
sectores nostálgicos del franquismo, recuperó el gobierno. Y con ello, comenzó
un sistemático proceso de retroceso en derechos sociales y laborales
acompañado por fuertes recortes presupuestarios en servicios sociales,
educación y sanidad. La "crisis" se convertía en el argumento que justificaba
el desembarco ideológico de la derecha para dinamitar conquistas y
avances conseguidos por el pueblo español en las últimas cuatro décadas,
a partir de la recuperación de la democracia.
Los zorros cuidando a las gallinas
España no es un caso excepcional. Si el epicentro de la
crisis fue el sistema bancario y los fondos de inversión de los Estados Unidos,
las ondas y las réplicas se propagaron por todo el planeta. En Europa, algunos
países del sur fueron particularmente afectados. Grecia, Irlanda, Portugal,
Italia y España recibieron fortísimas presiones, al punto de que algunos de
ellos, reemplazaron a sus gobiernos electos por "técnócratas y
expertos", a los que definían como "apolíticos". En el caso de
Italia, por ejemplo, no les resultó difícil. Había que reemplazar al bufonesco
neofascista Silvio Berlusconi que vivía sus horas más bajas, eso sí,
disfrutando la inmunidad que le proporcionaban sus propias leyes. Así llegó al
gobierno Mario Monti, un personaje con rostro profesoral, que fue director
europeo de la Comisión Trilateral, el grupo de presión neoliberal que fundó
David Rockefeller en 1973 y miembro del llamado Grupo Bilderberg. Pero lo
más significativo de sus antecedentes, son los fuertes vínculos con el
influyente grupo norteamericano Goldman Sachs involucrado en el comienzo de la
crisis de las hipotecas basura. A esta última firma financiera también
pertenecen los "tecnócratas" Lukas Papadimos, aupado como primer
ministro de transición en Grecia y Mario Draghi, nombrado presidente del Banco
Central Europeo, que fué vicepresidente europeo de Goldman Sachs entre 2002 y
2005. En esos años, esa empresa norteamericana asesoró a las autoridades
griegas para maquillar el déficit de sus cuentas y esconder la deuda que años
después descubrió Eurostat. Goldman Sachs ganó 800 millones de dólares por su
gestión, Draghi se llevó su parte, y el pueblo griego comenzó el camino de su
calvario actual. Pese a que fue una falsificación de datos en toda regla, nadie
fue a la cárcel, porque en las grandes estafas organizadas por los bancos de
inversión, la impunidad de sus directivos es la regla.
En Irlanda, el ex comisario europeo Peter Sutherland, jugó
un papel importante en el "rescate" de su país. Sutherland es
presidente de la filial europea de Goldman
Sachs.
¿ Casualidades ?...no, causalidades. Marc Roche,
periodista del diario francés "Le Monde" afirma que Goldman Sachs
"es una red de influencia única y muy cerrada, tanto de forma pública como
subterránea". Todo indica que son cargos claves que responden a los
intereses de las oligarquías financieras que solo pretenden aumentar sus
ganancias sin reparar en medios ni formas.
Pero... ¿ y en España ?
En España Mariano Rajoy nombró ministro de economía a Luis
de Guindos, ex presidente de Lehman Brothers en la península ibérica. Esta
empresa era hasta el momento de su quiebra en el 2008, el cuarto banco de
inversión más grande en Estados Unidos, con 25.000 empleados en todo el mundo.
Su colapso con 619 mil millones de dólares de deuda, representó la bancarrota
más grande en la historia norteamericana, ya que sus activos superaban con
creces las de los anteriores "gigantes" como WorldCom y Enron. Sus
efectos alcanzaron a los mercados, gobiernos, empresas privadas, ahorristas.
Las especulaciones con productos tóxicos terminaron abriendo enormes agujeros a
los bancos que al abrir sus cajas, tenían papeles sin valor, humo, en vez del
dinero que reflejaban sus balances.
Bueno, volvamos al ex presidente de LB en España, ahora
encarnado en responsable de la economía del pais. Sus medidas
para conjurar la crisis y superar el déficit, siguieron las clásicas
fórmulas neoliberales: reducción del gasto social; abrir el camino a procesos
de privatización en los sistemas de la sanidad y la educación pública; aumentar
la recaudación con la suba de gravámenes generales, pero evitando impuestos
especiales a las grandes riquezas, o a las transacciones
especulativas. Y en lugar de perseguir el enorme fraude fiscal, dispuso
una amnistía que permitirá blanquear dinero a los evasores, estafadores y
delincuentes. Los métodos no son nuevos. Los argentinos los padecieron
durante la dictadura militar y gobiernos continuistas en lo económico, como los
de Carlos Menem: la deuda privada, se convirtió en deuda pública. Los
beneficios, para los grandes grupos económicos y sus testaferros locales. Las
pérdidas, para los ciudadanos.
Precarizar el trabajo, aumentar el capital.
El gobierno encabezado por Rajoy, promovió desde su
mayoría absoluta parlamentaria una reforma laboral que colmó las aspiraciones
de las patronales. Con el argumento de "facilitar el empleo", se
abarató el despido y se simplificaron sus causales. El art. 41 del
Estatuto de los Trabajadores del 82 ( que ya había sufrido numerosos recortes)
también fue modificado. Ahora la empresa, podrá cambiar fácilmente la
jornada de trabajo, los turnos, el sistema de remuneración e incluso la cuantía
del salario. Los expedientes de Regulación de Empleo ya no necesitarán
contar con previa autorización administrativa. La reforma laboral
permitirá a las empresas, saltarse acuerdos de los convenios
colectivos. Y así podríamos seguir enumerando retrocesos en los derechos de los
trabajadores. Se impone la precariedad laboral y esta pérdida de derechos
en un momento en que las cifras de paro alcanzan un récord de más de 5.600.000
personas, el 24,44% de la población activa. Otra cifra estremecedora es que hay
1.728.000 hogares que tienen a todos sus miembros en paro. Los datos son
desoladores entre los jóvenes, donde uno de cada dos menores de 25 años está
sin trabajo. Otro de los efectos perversos de la reforma es que la
inestabilidad laboral genera miedo entre quienes todavía tienen un puesto de
trabajo. Miedo significa admitir abusos, callar, evitar ausentismo, aunque sea
justificado por salud. El estado y los patrones trasladan todos los riesgos al
trabajador.
Recortes presupuestarios
El presupuesto presentado a fines de marzo por el ministro
De Guindos, implica fuertes recortes en áreas como Educación, Sanidad y
Servicios Sociales y la inversión pública. “Estos recortes, además de
desproporcionados, son indiscriminados, recortando incluso componentes del
gasto esenciales tanto para estimular la economía como para resolver el enorme
problema del desempleo, que es el mayor problema económico y social que tiene
España”, afirma el profesor Vicenç Navarro, quien califica el
presupuesto Rajoy, como “el más antisocial que haya existido en
España durante la democracia.” Pero otra parte sustancial de los
recortes lo tienen que hacer las Comunidades Autónomas, cuyo gasto es
mayoritariamente social, (un 60% proximadamente). Todo esto provocará un
importante debilitamiento del sector público, abriendo paso a la gradual
privatización de servicios esenciales. Amplios sectores de la sociedad
española, golpeados por la desocupación laboral, por el retiro de las ayudas
sociales, por los desahucios, perderán también prestaciones sanitarias, y serán
afectados por el co-pago de recetas. Incluso los jubilados y pensionistas.
La educación pública que sufre un tijeretazo de casi cinco
mil millones de euros, queda fuertemente debilitada: más alumnos por aula,
despidos de profesores, subida de tasas, abandono de equipamientos, cierre de
líneas y de escuelas. Desaparece Educa 3, extensión de la red de escuelas
infantiles para niños de 0 a 3 años. El presupuesto se reduce casi
un 22%, mientras el conjunto de los ministerios baja una media del 17%. Paradójicamente
los gastos militares han tenido una mínima reducción. En Defensa es de menos
del 9% . Este ministerio arrastra una deuda de miles de millones en
programas de modernización y tiene firmados compromisos europeos de armamentos
hasta el 2025. España mantiene costosas operaciones en Afganistán, Bosnia
Herzogobina, Líbano, contra la “piratería” en el océano Índico, y la operación
“Active Endeavour”, integrados en el mando marítimo de la OTAN en el
Mediterráneo. Hace menos de un año, el secretario de Defensa del gobierno
anterior, Constantino Méndez, denunciaba el modelo de adquisiciones
de los llamados Programas Especiales de Armamentos (PEAS). Y
expresaba: “no deberíamos haber adquirido sistemas que no vamos a usar, para
escenarios de confrontación que no existen, y con un dinero que no teníamos ni
antes, ni ahora.”
Amnistía fiscal, barra libre para los delincuentes.
El gobierno conservador español no solo renuncia a afrontar
el enorme fraude fiscal, sino que sanciona una amnistía que permitirá el
blanqueo de dinero a los evasores y defraudadores, pero también de los fondos
de procedencia criminal, como los obtenidos por tráfico de drogas, explotación
sexual, robos o grandes estafas. A los evasores, les bastará
declarar que poseen el dinero desde antes de diciembre del 2010, sin revelar su
origen. El blanqueo será a “precio de saldo”, ya que el estado les aplicará un
gravámen del 10%, a pesar de que se estima que el 72% de las cantidades
defraudadas provienen de grandes fortunas y corporaciones. Los expertos añaden
que también para la delincuencia será un “regalo”, porque blanquear dinero en
circuitos criminales tiene tasas superiores al 25%. El estado español lo oferta
al 10%.
BANKIA, defrauden que es gratis
En el 2010, nacía Bankia, fruto de la fusión de siete cajas
de ahorro. En su entramado directivo, destacaban figuras prominentes del
Partido Popular. A su frente fue colocado el ex ministro de economía de Aznar,
y expresidente del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Rato. Se lo definió
como uno de los bancos “más solidos” y captó decenas de miles de clientes y de
inversores cuando a bombo y platillos salió a cotizar en Bolsa. Pero en los
primeros dias de mayo, Rato abandonó la presidencia y 48 horas más tarde el
gobierno tuvo que intervenir inyectando fondos para evitar la caída de Bankia.
Pero esa “nacionalización”, como le llaman, no es tal porque la cúpula de
banqueros no ha sido reemplazada por técnicos o funcionarios del estado. Con el
paso de los dias la dimensión del “agujero” fue creciendo hasta llegar a la
cifra de 23.465 millones de euros. El gobierno de Rajoy cerró rápidamente la
hemorragia inyectando dinero público supuestamente “a devolver”. Pero el
presidente de Bankia respondió –sin que nadie le desmintiera- que ese dinero no
es un préstamo, sino que queda incorporado al capital. Teóricamente, con el
tiempo Bankia quedará saneada, se privatizará nuevamente, y en esa operación el
estado recuperaría al menos parte del dinero. Resumiendo, en medio del
gigantesco desbarajuste y las imposiciones del Eurogrupo para que España baje
drásticamente su déficit, el gobierno de Rajoy acomete el mayor rescate de banca
privada de la historia con el dinero de todos los españoles. Valoremos la
dimensión de estas operaciones cruzadas: para “achicar” el déficit del estado
se afecta seriamente al sistema educativo público con un recorte de poco menos
de cinco mil millones de euros. Y por otro lado, se destina casi
cinco veces esa cantidad para tapar el fenomenal agujero de un banco privado,
del que –al menos por ahora- nadie resulta responsable. La Fiscalía,
ante la presión social, anunció que “investigará”, pero al parecer no será en
lo inmediato, quizás para “no afectar la imagen de España en un momento tan
delicado”. Por su parte, el movimiento de los indignados, el 15M, lanzó por
Internet una campaña para reunir fondos con el propósito de iniciar
una querella contra Rodrigo Rato. En poco más de un dia, logró reunir lo que
necesitaba. Más de un millar de donantes anónimos cubrieron la cifra necesaria
de 15.000 euros. En pocos dias presentarán la querella colectiva contra el ex
presidente de Bankia.
La “división blindada”
Pero en economía también puede aplicarse aquel principio de
Lavoisier sobre la materia: “nada se crea, nada se pierde, todo se renueva”.
Porque mientras el dinero desaparece de los balances, los directivos de Bancos
y Cajas disfrutan de millonarios sueldos y jubilaciones “blindadas”. Esto
quiere decir que esas sumas, muchas veces autoadjudicadas durante el disfrute
del poder, resisten crisis, quiebras o cualquier otra catástrofe. Gerentes,
consejeros y directivos resultan “premiados” con escandalosas sumas y ninguno
parece haber tenido responsabilidad en las pésimas o corruptas gestiones. Los
hay, como el ex-directivo de Bankia Aurelio Izquierdo, que tienen un “blindaje”
que supera los 10 millones de euros. Estos datos se van conociendo dia a dia, y
agotan la capacidad de sorpresa de los ciudadanos. El escándalo continuado
alimenta la creciente y justa indignación social. También integran
la “división blindada” 260 directivos de las grandes empresas que
cotizan en la bolsa española. Tienen contratos a prueba de despidos, entre
otros, 23 ejecutivos de ENDESA, 20 del Banco de Santander, 13 del Banco de
Bilbao, o 12 de Repsol. Para que tengan una idea, en el Banco
Santander, hay 22 miembros de alta dirección que en el 2011 percibieron una
media anual de 3.696.273 euros. Rodrigo Rato, en Bankia, percibía 2.340.000
euros, una compensación que palidece ante los más de 10 millones que tiene
asignados Antonio Brufau de Repsol, o los 20 millones anuales de Pablo Isla,
ejecutivo de la empresa Inditex. La crisis, demoledora para gran parte de la
sociedad española, aumenta los beneficios de sectores minoritarios. Entre el
2007, último año de bonanza económica, y el 2011, aumentó la brecha
salarial entre directivos de las grandes empresas y sus trabajadores. Ni que
decir si lo comparamos con la caída de los salarios medios de todos los
trabajadores o de los pensionados españoles.
Sin trabajo y sin techo
Las operaciones interconectadas de constructoras,
inmobiliarias, bancos y financieras durante la última década, han dejado un
tendal de afectados por hipotecas concedidas en muchos casos sin recaudos y
excediendo la capacidad de pago. La sobrevaloración de los pisos y viviendas,
es el “cepo” en el que miles de familias quedaron atrapadas.
Ahora, con la pérdida de trabajo, o la fuerte disminución de
ingresos, muchos no pueden afrontar las mensualidades. La legislación vigente
no admite la “dación en pago” para saldar la deuda. La hipoteca no es sobre el
piso, sino sobre la persona, que puede ver embargada no solamente su vivienda,
sino también su salario o sus otros bienes, si los tiene. Un ejemplo habitual:
alguien pagó en los últimos años 28.800 euros en intereses por una vivienda
tasada entonces en 190.000. Ahora, si la devuelve, se encuentra que el banco tasa
esa misma vivienda en 135.000. Resumiendo, pierde lo que pagó de
intereses, pierde el piso, y todavía le queda una deuda por la que puede ser
embargado. Consecuencia, entre 2008 y 2011 se han producido 166.716 deshucios.
Solo en el último año, se iniciaron 58.200 expedientes de desalojo. Decenas de
miles de familias perdieron su hogar mientras la banca y el sistema
financiero – verdaderos responsables de la crisis – siguen declarando grandes
beneficios y recibiendo ayudas con dinero público sin ninguna contrapartida. El
drama de los desalojos es más grave aún en el caso de los más desprotegidos,
como es el caso de las familias de inmigrantes. Por cierto, durante el 2011,
más de 600 mil personas abandonaron España. La mayoría de ellos inmigrantes que
en muchos casos fueron utilizados como mano de obra barata durante la época de
bonanza, y ahora “sobran”. Aquellos que hayan perdido su trabajo, y
por ende sus “papeles legales”, quedarán a partir del 1 de setiembre sin
atención sanitaria. Se estima que ese desamparo puede afectar a medio millón de
personas.
El control de los medios pasa por RTVE
Para desarrollar esta auténtica “blitzkrieg” contra los
derechos y la dignidad de millones de ciudadanos, el sistema necesita reforzar
el control social. Eso pasa -entre otras cosas- por
unificar la información y los mensajes que recibe la sociedad. La mayoría de
los medios privados de comunicación están en manos de corporaciones donde
confluyen grupos de poder económico, bancos, grandes empresas, industrias, etc.
Sus informativos, sus programas periodísticos, responden inequívocamente a sus
intereses. Hay noticias, criterios o análisis independientes que no tienen
cabida. Las excepciones son mínimas y confirman la regla. En los últimos años
algunas comunidades autónomas mantuvieron emisoras y canales de TV con un
importante márgen de independencia. Con el manido argumento de los
“necesarios recortes”, serán reconvertidos, desmantelados o incluso pueden
desaparecer. Pero el asalto más significativo contra la independencia
y la pluralidad informativa está por consumarse. El PP por un decreto-ley anuló
la norma vigente que exigía el acuerdo de dos tercios del Parlamento para
elegir presidente de la corporación estatal Radio Televisión Española. Su
mayoría absoluta le permite tomar el control de la RTVE. Seguramente en las
próximas semanas comenzaremos a padecer sus efectos con el desplazamiento
progresivo de periodistas y espacios plurales. En los últimos años, RTVE había
alcanzado un alto nivel de calidad e independencia, ampliamente reconocido,
dentro y fuera de España. Acompañar la presentación de la emisora Radio
Nacional, diciendo “la pública”, no era solamente una frase publicitaria, era
la verdad. Eso seguramente tiene los dias contados. Lo que nada tiene que ver
con la crisis, pero sí con el control social, es la modificación de la materia
Educación para la Ciudadanía, que aprobada por el Parlamento venía aplicándose
en distintos niveles de enseñanza. El Ministerio de Educación ha quitado del
temario las referencias a la pobreza en el mundo, la valoración crítica de la
división sexual del trabajo, los prejuicios sociales racistas, xenófobos,
antisemitas, y sexistas. También suprimió las referencias a los afectos, o a
los distintos tipos de parejas, o a la falta de acceso a la educación como
fuente de pobreza. Incluye en cambio los “conflictos del mundo actual”: el
terrorismo, los estados fallidos o el fanatismo religioso. Hace años que la
jerarquía eclesial fogoneaba para expurgar ideas y conceptos de los que abjura. El
libre pensamiento ha sido su enemigo histórico.
La crisis es una excusa para
profundizar la desigualdad.
El repaso de todos los aspectos comentados en esta nota,
confluye en una conclusión general: el argumento de “afrontar la crisis”, pretende
ocultar que todas las medidas que se toman apuntan a profundizar la
desigualdad. Esta no es una afirmación subjetiva. De acuerdo con los datos del
Banco de España, en octubre del 2010, el 10% de las familias españolas
concentraban el 70% de la riqueza financiera. Pero además, el 1% de entre los
más ricos poseen el 40% de la riqueza de ese 10%. Y no son las familias, sino
los fondos de inversión, sociedades, empresas, las que disponen de más de dos
tercios de la riqueza financiera española. No hablamos de la distribución de la
renta, sino de la propiedad de las acciones de las empresas, de los planes de
pensiones privados, de los fondos de inversión, valores de renta fija y otro
tipo de activos financieros. Y las nuevas medidas, fuerte reducción del gasto
social, amnistia fiscal y renuncia a perseguir la evasión y la defraudación,
significa que se amplía la brecha entre capital y trabajo. Las grandes mayorías
pierden, y ganan la especulación y la banca.
El Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda afirma
que el 72% del fraude fiscal en España lo hacen las grandes empresas y las
grandes fortunas. En España 1 de cada 4 euros ( el 23% ) está oculto para
Hacienda. Mientras se exige sacrificio y eficiencia a trabajadores, jubilados,
al conjunto de los empleados públicos, todos absolutamente “controlados” a
través de sus nóminas, el fraude y la evasión permite que el estado deje de
recaudar 88.000 millones de euros al año. Es la suma del fraude de 59.000
millones en impuestos y 29.000 en cuotas de la Seguridad Social. Según Gestha (
los técnicos del Ministerio de Hacienda), la economía sumergida en España
asciende a 245.000 millones de euros. Según sus datos, más del 70% del fraude
es atribuible a los grandes patrimonios y grandes empresas, frente a la opinión
generalizada de que el fraude está en el pequeño autónomo. Otro dato para
recordar: España es el país de Europa con más billetes de 500 euros. Aquí
tenemos el doble de billetes de 500 que el resto de Europa. España tiene entre
cuatro o cinco veces menos personal que la media europea dedicado a controlar
el fraude fiscal. Estudios de FUNCAS ( Fundación de las Cajas de Ahorros),
indican que mientras la economía española se duplicó entre 1980 y 2008, la
economía sumergida se cuadruplicó entre las mismas fechas.
España cruje
Y el crujido se hizo estruendo este fin de semana de junio.
Llevábamos dias, semanas recibiendo noticias cada vez más angustiantes sobre el
futuro de la ciudad española.
El gobierno, y en gran parte de la oposición, dicen y se
desdicen. Tergiversan lo que sucede llamando “ajustes” a los recortes,
“regular” por destruir. Cuando dicen “corregir” quieren decir eliminar. Y
emplean “estabilizar” en lugar de retroceder. Cuando afirman “eso no
sucederá jamás”, ocurre antes que termine la semana. Cualquiera
puede encontrar en la red decenas de solemnes desmentidos sobre los apuros de
Bankia o los del sistema financiero español. Pero más aún las terminantes
afirmaciones de que “España o su banca no necesitan ningún rescate”. El propio
ministro de Guindos llegó a decir hace pocos dias que “ni valía la pena
desmentir esos rumores, porque no eran más que insensateces”. Ayer
admitió el rescate, y trató de presentarlo como un gambito, una jugada que
parece una entrega, pero en realidad es “ganadora”. Es patético. La realidad se
empeña en pisotear todas las grandes frases y las promesas solemnes. También
ocurrirá con este falso optimismo con el que barnizan el pedido de dinero. El
hombre corriente, desde su sentido común, razona. Sabe que los bancos ni
siquiera se prestan entre sí por desconfianza. Nadie suelta un euro sino hay
detrás un aval firme que garantice su devolución en término y con sus
intereses. Los fondos que recibirá España no vendrán de la Cruz Roja ni de
ningún organismo de beneficencia. Alimentarán las cajas de los bancos privados,
pero ante los prestamistas tendrá que responder el Estado español. ¿Quién
garantiza que con esos fondos, la banca privada “revivirá”, volverá a dar
crédito, activará la economía y además podrá ir devolviendo ese préstamo que al
menos inicialmente pagaremos de una u otra forma todos los españoles ? El
ciudadano que razona no es pesimista, es realista. Está muy reciente la
experiencia de Bankia. En solo dos años ese “sólido banco” dirigido nada menos
que por el último presidente del FMI, apareció con un agujero de más de 20 mil
millones de euros.
Tiempo de indignación,
de recuperar derechos y dignidad.
España cruje, y su gente también. Se avecinan tiempos
más difíciles. El sistema y sus personeros, siguen apretando las tuercas. Creen
que la indignación ha desaparecido y que el conformismo y la resignación
garantizan sumisión. Se equivocan. Minutos después del anuncio del
ministro español de economía, cientos de ciudadanos indignados se congregaban
espontáneamente en la Puerta del Sol, en Madrid. Gritos de rechazo, pero una
consigna unificadora: “no es un rescate, es una estafa”. Si las fuerzas
políticas siguen la estela que marca la “troika” europea, seguirán perdiendo
credibilidad y legitimidad. Porque como nos recuerda Vicenç Navarro,
“estas políticas no estaban en los programas electorales de ningún partido, y
muchas de ellas son incluso contrarias a la Constitución”. También nos dice que
“en España exigir democracia hoy es casi subversivo”. José Luis Sampedro nos
recuerda que “nos preparan para ser masa de ciudadanos productores y
consumidores, trabajadores y compradores sumisos a la voluntad de los
poderosos”. Y añade: “estas democracias no son democracias”. Democracia
quiere decir que manda el pueblo. Y no manda el pueblo”.
Por Carlos Iaquinandi Castro, redacción de SERPAL.
Espectacular ! Un grandísimo análisis.
ResponderEliminarEl problema que veo es canalizar la indignación popular para afrontar esta estafa.
Los pueblos no aguantaran,toda la vida una opresión de este tipo.El capitalismo dejará una vía de escape o su supervivencia,se vera comprometida Llegará el momento,si esto sigue así,que a la gente le dará lo mismo,morir por hambre,que morir por un tiro de la policía.¿Los estados están preparados para masacrar a sus ciudadanos,para salvar el sistema capitalista?.
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